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Dopaje

Marion Jones admite ahora que se dopó con esteroides

La velocista estadounidense podría ser desposeída de sus medallas olímpicas y anulados sus resultados

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Miren SAENZ | DONOSTIA

Marion Jones ha admitido que se dopó y su confesión podría costarle las cinco medallas olímpicas -tres oros y dos bronces- que se colgó en los Juegos de Sydney, además de la anulación de otros buenos resultados, sí se confirma la información publicada por el Washington Post, según la cual la estadounidense habría confesado en una carta a sus familiares y amigos el consumo de sustancias prohibidas antes de la cita olímpica de 2000.

En la sede australiana, Jones brilló como nadie y ni siquiera el que se hiciera público el positivo de su entonces marido, el lanzador de peso C.J. Hunter, consiguió arruinarle el momento. La antigua jugadora de baloncesto, nacida en Los Ángeles y con genes caribeños puesto que su madre es de Belice, aterrizó en el atletismo por la puerta grande, pero al final ha pagado la factura.

Desde que en Atenas'97 consiguió su primer título mundial fue omnipresente. Era el rostro amable del atletismo, bella y risueña y sobre todo una sprinter excepcional. Se le acumulaban los triunfos y se la rifaban los patrocinadores, encantados con una mujer dispuesta a aceptar retos múltiples y exigentes -competir en 100 y 200 metros, relevos y longitud- para convertirse en una cazadora de metales con buenas marcas, aunque lejos de la difunta Florence Griffith, la plusmarquista y la única capaz de correr más que ella.

Pero el globo comenzó a desinflarse con el escándalo de los esteroides sintéticos fabricados por los laboratorios Balco, que terminó con sus máximos dirigentes en la cárcel y con la suspensión en 2005 del padre de su hijo, Tim Montgomery, desposeído de su récord de los 100 metros y posteriormente involucrado en un fraude bancario y de lavado de dinero que también ha salpicado a su ex novia.

Jones, que no ha vuelto a competir desde 2006 tras un positivo de EPO cuyo contraanálisis resultó negativo, reconoce en la misiva que su entonces entrenador, el controvertido Trevor Graham, le administraba los esteroides desde 1999 hasta 2002, la fecha de su ruptura. También dice que ella desconocía que se trataba de sustancias dopantes puesto que Graham, que será juzgado el próximo 26 de noviembre, las definió como suplementos nutricionales. A estas alturas ya no cuela. Con casi 32 años, los cumplirá la próxima semana, nunca ha sido sancionada, y pese a que en la carta pide perdón también podría enfrentarse a una pena de cinco años y 250.000 dólares de multa -unos 177.233 euros- por mentir a los agentes federales en distintos asuntos.

Ayer, a la hora de cerrar esta edición, declaraba en el juzgado. La Federación Internacional (IAAF) esperará al informe oficial de la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA) antes de anular sus resultados.

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