Iñaki Lekuona Periodista
La dureza de la palabra
Todo lo que de inteligente y menos inteligente podía escribirse ya está escrito. Nada puede añadirse, porque además está prohibido. Las palabras ya no tienen poder, si no es el de llevar a la cárcel a aquellos que la usan como instrumento de diálogo. Lo dice Zapatero, cuyas huestes acaban de encarcelar la política. Y cuando callan las palabras, ya sabemos quién habla. Es la guerra, que diría Gila, sólo que ahora el casco lo lleva Rubalcaba.
Leo en el panfleto del frente, escrito al dictado del mencionado humorista, que los duros se habían hecho un hueco en la dirección de Batasuna. Y que había que actuar. Operación quirúrgica para extirpar de la izquierda abertzale a aquellos que ayer eran hombres de paz, esos mismos que negociaron durante no sé ya cuántos años con los socialistas y que hoy son tumor maligno, pérfidos villanos, monstruos sin sentimientos, los duros.
Siempre me ha producido desazón esa expresión, los duros. ¿Se nace o se hace? ¿Se es o se parece? La verdad, dudo de que existan realmente, pero con las detenciones del otro día seguro que se han endurecido muchos corazones de esos que Rubalcaba hubiera pensado blandos. Y el ministro no es tan tonto como para no saberlo. Por eso, porque sabe qué ha hecho, lo suyo es pura provocación, y el artículo sobre los duros, un cuento.
No hay salida. Lo dicen los socialistas. Miles de ciudadanos no tienen derecho a una voz política. Esta es la democracia que hay, y si no tragas te encarcelo en nombre de la Constitución y del estado de derecho. Si eso no es una invitación a la clandestinidad, que venga el gracioso Rubalcaba y lo explique. Y eso lo sabe Zapatero, blando entre los blandos si verdaderamente los duros existen. Porque sólo un pusilánime puede actuar como lo ha hecho el jefe de Gobierno en este proceso de monólogo.
A pesar de todo, sí hay salida. Llevamos tiempo en una confrontación larga, dura y difícil que va a prolongarse años. Pero hay salida. Lo dijo Otegi: no hay alternativa al proceso. No pueden acallar a un pueblo eternamente. Y cuanto más tarden en darle la palabra, más dura será con los que se la quitaron.