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Jones, de la cúspide a la ruina deportiva y con sólo 1.400 euros en el banco

Nadie podría imaginar que después de algo más de siete años, la que fuese reina de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, la velocista estadounidense Marion Jones, con lágrimas en su rostro, anunciase a la salida de un tribunal de Nueva York su retirada de la competición oficial.

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Antes de decir el adiós definitivo a su carrera profesional, Jones también declaró el sábado ante el juez de distrito Kenneth Karas, en White Plains, al norte de la ciudad de Nueva York, que había mentido sobre su negativa a consumir sustancias prohibidas y estar involucrada en un fraude de cheques.

«Debido a mis acciones me estoy retirando del atletismo, un deporte que amo profundamente», declaró Jones, de 31 años, en las afueras del tribunal mientras lloraba.

La mujer que tuvo al mundo a sus pies, que cobraba entre 60.000 y 80.000 dólares por sólo una carrera en la que participaba y ganaba hasta un millón de dólares más en promociones comerciales, también admitía que estaba en la ruina económica.

A los 22 años, Jones era una campeona del mundo y amasó una fortuna importante, pero al igual que todo su potencial deportivo la dilapidó para reconocer con tristeza el pasado mes de junio, también ante un tribunal, que sólo le quedaban 2.000 dólares (1.418 euros) en su cuenta bancaria.

Tras años de negar el uso de sustancias que mejoraban su rendimiento, ahora Jones se convierte en la primera atleta sentenciada en la investigación sobre el famoso escándalo de los laboratorios Balco, que tenían su sede en las afueras de San Francisco.

Ahora se sabe que con la ayuda de las sustancias prohibidas, Jones también logró ser la primera mujer ganadora de cinco medallas de atletismo en unos Juegos Olímpicos, cuando en Sydney conquistó el oro en los 100 y los 200 metros lisos y en los relevos de 400 metros, y el bronce en salto de longitud y relevos de 100 metros.

Malas compañías

Jones, una niña que creció sin padre -abandonó a la familia al poco tiempo que naciese-, tampoco tuvo fortuna cuando de mayor, y siendo ya una atleta, se relacionó con los profesionales que, de una u otra manera, estaban vinculados a los escándalos por sospechas de dopaje.

Sólo con mencionar los nombres de C.J. Hunter, su ex marido; Tim Montgomery, el padre de su hijo, Mont; su ex entrenador Trevor Graham; y Charlie Francis, se puede advertir que las amistades de Jones no fueron las mejores y siempre hubo sospechas de que también se dopaba.

Hunter salió del mundo del atletismo tras dar cuatro veces positivo por anabolizantes en el año 2000, un año después de acaparar portadas junto a su mujer en los Mundiales de Sevilla.

Montgomery, ex plusmarquista mundial de 100 metros, fue condenado por dopaje y acusado de un fraude económico millonario relacionado con el blanqueo de dinero para eludir impuestos.

Graham y Francis son entrenadores conocidos por su vinculación directa con el dopaje entre los atletas que han tenido bajo su dirección, incluido el canadiense Ben Johnson, que dio positivo con esteroides en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.

Sin embargo, fueron las declaraciones del fundador de los laboratorios Balco, Victor Conte, las que más daño le hicieron a Jones cuando aseguró que la ex campeona olímpica había consumido el esteroide que se conoce con el nombre científico de tetrahidrogestrinona (THG).

Jones intentó por todos los medios en 2005 desacreditar y negar las acusaciones de Conte, pero al final su cada vez más pobre rendimiento en las pistas de todo el mundo y el descubrimiento de nuevas evidencias en el caso del escándalo Balco, hizo que el desenlace de su confesión final estuviese cerca.

Sus actuaciones, muy pobres, y otra prueba positiva al consumo de EPO, aunque luego en el contraanálisis dio negativo, fue todo lo que consiguió en 2006, acentuando cada vez más su aislamiento de la elite mundial del atletismo.

 

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