La cascada de reacciones que en boca de diferentes políticos se ha sucedido tras la última operación contra Batasuna deja una sensación de desazón: de una parte, porque la utilización del «guión político habitual» se demuestra del todo insuficiente ante una operación cuya gravedad no escapa a nadie; de otra, porque ese «guión» no transmite la voluntad socialmente mayoritaria de cambiar la situación de conflicto para construir el futuro de este país sobre acuerdos políticos sólidos y estables. No cabe duda de que ese abismo entre el discurso de la clase política y la sociedad ha sido uno de los elementos que han distorsionado el proceso de negociación.

Hay dos declaraciones de las últimas horas que ilustran esta idea. Así, Ramón Jáuregui justifica la persecución de representantes políticos porque tras el final del alto el fuego permanente de ETA «el contexto ha cambiado», y añade que «no hay espacio para la acción política de la izquierda abertzale mientras haya acción terrorista». Esta grave afirmación se hizo a la vez que un juez apuntalaba en su auto judicial esa tesis del «antes y después» con la que el dirigente del PSOE ratifica que en el Estado español los derechos democráticos se administran en función del contexto y de los intereses políticos.

Con esas palabras Jáuregui, que conoce bien la realidad social de nuestro país, viene a dar la razón a quienes no interpretan esta razia en mera clave electoral -descartada ya toda razón jurídica-, sino más bien como una agresión integrada en una estrategia de Estado.

En esta situación, las preguntas retóricas del lehendakari realizadas desde Argentina suenan tan lejanas cómo el lugar desde donde las formula. Se pregunta Ibarretxe si alguien puede imaginar que Londres hubiese detenido a los dirigentes de Sinn Féin, pero la pregunta que debería hacerse a sí mismo es qué hubiesen hecho en ese caso los nacionalistas moderados como Hume o Ahern.

Las declaraciones no pueden distraer de la obligación de actuar y en especial de esa necesidad prioritaria que es abrir una vía política e institucional coherente con el deseo de los vascos de construir su país libremente.