Nobel de Medicina para el uso de células madre en ratones
Los estadounidenses Mario Capecchi y Oliver Smithies y el británico Martin Evans ganaron ayer el Premio Nobel de Medicina por permitir descubrir cómo manipular genéticamente células madre embrionarias de ratones transgénicos, lo que abrió un nuevo horizonte a la investigación de enfermedades como el Alzheimer o el cáncer.
GARA |
Las llamadas a medianoche que invitan al sobresalto no son siempre sinónimo de malas noticias. Es el caso del modo en que los responsables de los Premios Nobel tienen de notificar los galardones. «Escuché la noticia a las tres de la madrugada. Estaba durmiendo profundamente cuando escuché una voz grave y seria del otro lado del teléfono anunciándome lo que iba a suceder. Me lo tomé muy en serio», recordaba ayer Mario Capecchi, un genetista italo-estadounidense que, junto a sus colegas Oliver Smithies y Martin J. Evans, británico y estadounidense, son los ganadores del premio Nobel de Medicina y Fisiología 2007, tal y como comunicó ayer el Instituto Karolinska en Estocolmo, en el arranque de la semana de los Nobel.
El mérito de estos laureados investigadores han sido sus logros en el campo de la recombinación homóloga en células madre embrionarias de ratón, que dicho así, a los profanos no les aporta mucho. Quizá por eso ayer, algunos titulares de la prensa digital se referían a ellos como «los padres de los ratones de laboratorio». Pero estamos ante la tecnología que se utiliza hoy en día para saber para qué sirve un gen en concreto, conocer más de cerca multitud de enfermedades hereditarias o que es la base de la terapia génica. Y es que muchísimos titulares científicos que hemos leído en la prensa los últimos años deben su existencia al trabajo de Mario R. Capecchi, Martin J. Evans y Oliver Smithies.
Las razones del premio
Pero, ¿cuál ha sido su trabajo de investigación? Una célula madre es una célula animal que puede convertirse en cualquier tipo de célula especializada. Es decir, las células de nuestra piel, por ejemplo, una vez que se han convertido en lo que son ya no pueden dar marcha atrás, son y serán piel. Sin embargo, las células que forman un embrión tienen la posibilidad de ser en un futuro piel, hueso o corazón. De ahí el interés de utilizar estas células en enfermedades degenerativas por poner un caso.
La recombinación homóloga que estos científicos han experimentado es una manipulación de las células madre de los embriones de ratones. Con esta técnica, los científicos pueden determinar qué gen en concreto desean eliminar de la célula, de manera que el ratón que nacerá a partir de ella manifieste la ausencia de la información genética que contenía este trocito de su ADN.
Estos ratones transgénicos se conocen como knockout y los genetistas hablan por ejemplo del «knockout del gen de la insulina» (que es un ratón diabético) o el «knockout del gen de la hormona del crecimiento» (que es un ratón enano). El primero se obtuvo en 1989.
El reconocimiento genético ha facilitado la generación de prácticamente cualquier modificación en el genoma del ratón, ayudando a los científicos a determinar el papel de un determinado gen en situaciones de salud y de enfermedad.
Esta técnica ha permitido ya la creación de más de 5.000 modelos animales diferentes de patologías humanas que van desde las enfermedades cardiovasculares a las neurodegenerativas, pasando por la diabetes y el cáncer.
El resultado de esta herramienta ha sido una riada de información desconocida hasta el momento sobre cómo funcionan los genes en células específicas y su implicación en la salud y la enfermedad en ratones y seres humanos. En concreto, según la nota de prensa de la Organización Nobel, en la actualidad existen más de 10.000 líneas de ratones knockout: la mitad de los genes del ratón.
Los tres premiados trabajan en diferentes laboratorios de Estados Unidos y Gran Bretaña. Aunque han desarrollado sus carreras por separado, han mantenido contactos puntuales desde mediados de los años 80. La precisión con que estos investigadores han manipulado el material genético de roedores fue merecedora del Premio Lasker, el llamado Nobel americano, en el año 2001.
Predominio estadounidense
En los últimos cinco años el galardón en la categoría de Medicina ha estado protagonizado casi en exclusiva por científicos estadounidenses. En 2006 la Academia sueca reconoció los trabajos en el campo de la genética de Andrew Z. Fire y Craig C. Mello, que descubrieron la función del ARN de interferencia.
En 2005 el Nobel premió a los australianos Barry Marshall y Robin Warren, descubridores de la bacteria Helicobacter pylori, relacionada con algunos de los principales problemas de estómago. El Nobel de Medicina en 2004 premió las investigaciones de Richard Axel y Linda Buck sobre el sentido del olfato. Un año antes, en 2003, Peter Mansfield (británico) y Paul Lauterbur (estadounidense) lo compartieron gpor sus hallazgos sobre la resonancia magnética.
En la edición de 2002, Sydney Brenner, Robert Horvitz y John Sulston compartieron los 10 millones de coronas suecas del galardón (algo más de un millón de euros) por sus estudios sobre los mecanismos genéticos que controlan la muerte celular programada (apoptosis).
Los otros premios científicos, Física y Química, se atribuyen hoy y mañana, respectivamente, y no sorprendería que, como el año pasado, fueran a parar también a manos de expertos estadounidenses.
La Fundación Nobel excluye totalmente la creación de nuevos premios, según su presidente, Michael Sohlman, relacionados con materias como la ecología o el cambio climático. Esos vacíos han sido colmados por otras instituciones. Un ejemplo es la medalla Fields, considerada a menudo como el `Nobel de las matemáticas', galardón que se concede desde 1936. Más recientemente, Finlandia creó el Millenium Technology Prize, que como su nombre indica premia las nuevas tecnologías. En 2005, un filántropo noruego que desarrolló su carrera en Estados Uniddos, Fred Kavli, creó tres premios que serán entregados a partir de 2008, en sectores muy precisos: astrofísica, nanociencias y neurociencias.