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Gaizka Urkijo Profesor de Primaria

La vuelta al cole

Domingo, 9 de setiembre. Alicia, una jovencita de 9 años, está nerviosa. Es su último día de vacaciones y la alegría del reencuentro con sus «compis» se ve empañada por las dudas, pues el fin de curso pasado fue un tanto extraño. De repente la mayoría de sus profesores habían sido sustituidos. Nuevos rostros, nuevos métodos. No sabía que sus profesores estaban de baja para poder así preparar unas extrañas oposiciones, mal convocadas, de forma tardía y con incesantes cambios en su reglamentación.

Alicia desconocía esa incertidumbre que se abatía sobre sus profesores, pero sentía que algo raro estaba pasando. Con el cambio de profesores el mundo que ella conocía se desmoronó y eso agudizaba su nerviosismo. ¿Volverían sus profesores o sus sustitutos? ¿Vendrían una vez más nuevos rostros y maneras de proceder a las que amoldarse?

Lunes, 10 de septiembre. A su llegada al cole, Alicia ve a Jon y a Ander. Mónica corre a abrazarles y Alicia nota el nerviosismo de sus amiguitos, el mismo que ella siente.

Al entrar al cole descubre que una vez más habrá de hacerse al cambio de profesores, ¿qué habrá sido de aquéllos a los que ella ya conocía tan bien? De repente un rayo de sol dibujó una sonrisa en su rostro, allí estaba «su» profe Nicolás, Niko, como a ella le gustaba llamarle. A punto estuvo de tirársele al cuello, pero mientras le observaba descubrió grandes cambios en él. Estaba serio. Su caminar se había vuelto cansino. Alicia sintió una gran pena y preocupación por ese Niko alegre al que ahora no veía.

Pasaron los días y la preocupación crecía. Algo no iba bien con Niko. Finalmente no pudo aguantarse más y decidió aprovechar el recreo. Ese momento del día en que todo es más relajado y distendido... sí, sería ahora. Alicia se acercó a él. «¿A que no sabes cuánto he crecido?». El parecía no escuchar. «Niko, ¡mira cómo he aprendido a hacer el pino!». Pero su mirada seguía perdida. Gracias a la tenacidad de Alicia, la vio por fin. «Niko, ¿qué te pasa? Estás muy raro. No te ríes, no juegas, ¿ya no nos quieres?». Niko dudó, pero supo que tenía que darle alguna explicación, responderle, como siempre, con cariño. Suspiró y le dijo: «Verás Alicia, es que nuestros jefes no nos hacen caso, a veces creo que no les importáis, y así no se puede. Creen que podéis estar cuatro días sin profesor y, por eso, si enfermamos no van a mandaros a otro profe. No les importa que estéis muchos en clase y si cabéis en una para qué os van a repartir en dos si así se ahorran un profe. Ahora, encima, nos pagan a unos más que a otros. Toman decisiones que os afectan especialmente a vosotros, pero sin tenernos en cuenta, y además no nos ponen los medios necesarios». Alicia se le quedó mirando y finalmente le preguntó: «¿Así que tenéis malos jefes? Yo pensaba que habíamos hecho algo malo y ya no nos querías, que era culpa nuestra». Niko observó un instante a Alicia y descubrió que no podía caer en el mismo error que sus jefes, que no podía pasar de sus alumnos, que pese a todo debía seguir siendo el Niko con el que Alicia y sus amiguitos reían a la vez que aprendían, el que ellos se merecían. La miró nuevamente al rostro y, con una enorme sonrisa, le dijo: «Gracias, Alicia, por preguntar». La pequeña sonrió, por fin.

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