escalada Dos vías de gran dificultad
Libre duro en el pakistaní valle de Charakusa
El equipo polaco-belga formado por Adam Pustelnik, Sean Villanueva y los hermanos Olivier y Nicolas Favresse abre, entre otras, dos líneas de 7c: «Legdeway to Heaven» (Nafees Cap) y « Badal» (Badal Wall).
Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA
No cabe duda de que el potencial que ofrecen los diversos paredones del valle de Charakusa (región de Hushe, Karakorum) son un atrayente reclamo para alpinistas y escaladores de todo el mundo que buscan nuevas sensaciones en lugares tan extraordinarios como el citado. Hace ya tiempo, no demasiado, que el nombre de Charakusa comenzó a despertar del letargo al que estaba «sometido», y es que el escaparate que ofrece no podía mantenerse más en el olvido. Con el transcurso de los años, el tirón que ha experimentado ha sido espectacular, y hoy en día se ha convertido en una de las áreas de buen alpinismo y escalada más de moda. Ejemplo de ello es el aluvión de visitas que está teniendo por parte de la elite de la comunidad internacional. Y, claro está, este pasado verano no ha podido escaparse a esta realidad cada vez más emergente.
Por allí arribó un cuarteto de gran calidad, alguno de cuyos componentes es referentes actual del libre en gran pared. Tres de ellos son belgas, Sean Villanueva y los hermanos Olivier y Nicolas Favresse; y uno polaco, Adam Pustelnik. Por delante, dos meses para una expedición que ha obtenido resultados excelentes. Dos nuevas líneas, ambas en libre de gran dificultad y con la mínima utilización de seguros fijos. Dos nuevas rutas de 7c en paredones de más de un kilómetro, en excelente granito lleno de verticales sistemas de fisuras, y con el añadido que nadie había pasado por allí. Una de ellas, Legdeway to Heaven (7c, 28 largos, 1.300 m) es la primera apertura de la pared, en un ida y vuelta de 40 horas; la otra, Badal (7c, Badal Wall, 1.200 m), también primera en esta desconocida e inescalada pared.
Como tantos otros, los cuatro escaladores no tuvieron ningún reparo en marchar hacia el pakistaní valle de Charakusa, y es que, tal y como confirma Nicolas Favresse, el potencial de paredes y picos es abrumador: «La idea surgió cuando leímos acerca de lo que había en esa zona, de las grandes posibilidades de escalar en sus grandes paredes de roca. La verdad es que no contábamos con mucha información y fotografías sobre el lugar, pero el abanico era tan grande que enseguida decidimos no desaprovechar la ocasión. Big-walles verticales, granito de gran calidad... eso es lo que nos encontramos. Cuanto más nos adentrábamos en el valle, más inmensas y sorprendentes se mostraban las paredes de granito».
A pesar de la trayectoria de los escaladores en gran pared, su experiencia en altura era nula. Sí, únicamente el polaco Pustelnik sabía qué era eso de escalar en el ambiente enrarecido provocado por la falta de oxígeno. Los belgas no habían escalado por encima de los 3.500 metros de altitud, y ya el campo base lo montaron a 4.200 metros. Además, una gran parte de la actividad se desarrolló por encima de los 5.000 metros.
Badal Wall, pared desconocida
Frente al campo base, el mismo utilizado para el K7, avistaron un murallón que pedía a gritos ser escalado. Empezaron a informarse, preguntando a unos y otros, pero ninguno sabía o conocía algo de la pared; ni el nombre, ni si había líneas... «No nos lo podíamos creer: ¡la pared no había sido escalada! Buena ocasión pues para una primera», asiente Favresse. Para el ataque preparan comida suficiente para unos 20 días. Después de 16 jornadas de duro trabajo (7, parados por las tormentas de nieve), el cuarteto abre una ruta de 1.200 metros muy sostenidos y verticales. Excepto cinco de los más de mil metros, toda la vía la escalaron en libre y con dificultades técnicas de hasta 7c: «Esos cinco metros de fisura estaban taponados con hielo, y tuvimos que hacer un A0. Se podía escalar en libre, pero el hielo no nos dejó. Finalizamos la vía en lo más alto de la pared, a una altura de 6.000 metros. Desgraciadamente, las jornadas de mal tiempo diezmaron las provisiones de comida y, como no teníamos más tiempo para esperar a una mejora, nos bajamos desde ese punto. Todavía quedaban 300 metros más para llegar a la cima. Para nosotros, lo importante era escalar la pared de roca y lo logramos. Bautizamos a la vía como Badal, que en lengua urdu significa tiempo nublado, en clara referencia a la «precisión» de las previsiones pakistaníes. Y como la pared no tenía nombre le pusimos Badal Wall».
Los escaladores utilizaron 8 pitones y 12 parabolts. De estos últimos, 6 para asegurar las hamacas, 5 para reforzar las reuniones y rapelar y sólo 1 en un largo para poder sacarlo en libre: «En nuestra opinión, es el material fijo suficiente para esta vía», asegura el escalador belga.
Ruta de buenas repisas
Con el primer premio en el bolsillo, el cuarteto de escaladores emprendió un nuevo reto. Dando una vuelta por el valle, una esbelta aguja situada frente al K7 les «invitó» a acercarse: «Fue el mejor objetivo que vimos para escalar en libre. La calidad del granito era de lo mejor que podíamos pedir y la estética aguja plagada de un montón de fisuras era tan abrumadora que enseguida nos pusimos en marcha. Era como un sueño».
Los expedicionarios habían leído que un grupo anterior lo intentó en la misma aguja (justo a la izquierda) en estilo big wall, pero, al parecer, sólo se quedaron a mitad de la pared. Por su parte, los protagonistas de esta escalada se decantaron por intentar la parte más larga y obvia de la aguja. A diferencia de la primera actividad, la de Badal, ésta fue mucho más rápida. Según adelanta Nicolas Favresse, dejan el campo base a la 1 de la madrugada, y empiezan a escalar tres horas más tarde: «Esta vez escalamos con más fluidez y soltura, y hacia el mediodía llegamos a la zona más dura, que sería de 7c. Pero las cosas no iban del todo bien. Adam, con problemas en un pie, no escaló, y se dedicó a labores de logística. Más arriba, el estómago de Olivier se trastocó y, además, estaba muy cansado. Así que, a Sean y a mí nos tocó liderar la escalada».
A pesar de dichos contratiempos, los dos escaladores gozaron de verdad en la nueva apertura. Y no es para menos, se encontraron con largos de calidad excepcional, las fisuras eran perfectas y las reuniones, grandes y confortables. Escalan toda la noche sin parar, y hacia las 7 de la mañana, ya con luz solar y una vista increíble de picos, llegan a la cima. «Fue asombroso, perfecto», asegura el escalador belga.
Llegan hasta la cota de 6.000 metros, con 1.300 metros de nueva ruta (1.000 metros de desnivel) y 28 largos (dos de ellos muy largos, de 300 y 100 metros respectivamente). En toda la ruta sólo utilizaron dos seguros fijos: 1 parabolt y 1 pitón. «Llamamos a la vía Ledgeway to Heaven, y es que en toda la vía nos topamos con un montón de cómodas repisas. A la aguja también le pusimos nombre, Nafees Cap, en honor a nuestro guía pakistaní Nafees. En total, fueron 40 horas de base-cima-base», señala Nicolas Fabvrese.
No «contentos» con estas dos aperturas en libre de envergadura, el equipo belga-polaco tuvo tiempo para hacerse con otra apertura. Justo unas jornadas antes de que dejaran el campo base, Villanueva y Favresse (Nicolas), esta vez con el polaco Jerzy Juras Stefanski, escalan una nueva línea de 400 metros en el Iqbal Wall. «La ruta que abrimos sigue un sistemas de fisuras en una de las zonas más verticales de la pared. Tiene una dificultad de entre 6a-6c, 8 largos y 200 metros de ensamble», informa Favresse. En cambio, el otro Favresse, Olivier, y Pustelnik intentaron también en la misma pared otra ruta de 400 metros. Estos no tuvieron nada de suerte, ya que un gran bloque que se le salió al belga pilló casi de lleno un pie del polaco.
A pesar de la trayectoria de los escaladores en gran pared, su experiencia en altura era nula. Gran parte de la actividad se desarrolló por encima de los 5.000 metros, y sólo el polaco conocía lo que era escalar en esas condiciones.
«Big-walles verticales, granito de gran calidad... eso es lo que nos encontramos. Cuanto más nos adentrábamos en el valle, más inmensas y sorprendentes se mostraban las paredes de granito» (Nicolas Favresse).
Durante la apertura de «Ledgeway to Heaven», los escaladores se encontraron con largos de calidad excepcional, fisuras perfectas, y reuniones grandes y confortables. Fueron 40 horas de base-cima-base.