La intencionada y maliciosa referencia de Ibarretxe a Simón Peres
Iñaki IRIONDO
Dos horas son demasiado tiempo para estar diciéndose lo ya sabido. Ni Juan José Ibarretxe tiene que explicarle al presidente del Gobierno español el contenido de su «hoja de ruta», que tiempo ha tenido ya desde el 28 de setiembre para estudiársela, ni José Luis Rodríguez Zapatero tiene que recordarle al lehendakari lo que su Ejecutivo opina sobre su planes, porque lleva diecinueve días repitiéndolo en público sin apenas otra variación que las particularidades lingüísticas que emplea cada ministro.
Se sabe que en estos casos lo que se cuenta en la rueda de prensa no tiene por qué coincidir con lo verdaderamente tratado en el encuentro. Pero, llamativamente, el lehendakari se encargó ayer de aclararlo expresamente. Al poco de iniciar su alocución, y tras haber pedido a los políticos y medios madrileños «que se tomen las cosas con más calma», Ibarretxe citó al presidente israelí, Simon Peres, para afirmar que «toda negociación comienza con un encuentro titubeante que las dos partes niegan». Y, a continuación, definió la reunión de ayer como «el primer paso de una negociación». Después vino Rodríguez Zapate- ro a negar que eso fuera así y a atribuir la conclusión de Ibarretxe a que lleva desde 2001 con su «raca, raca», pero la cita a Peres resta fuerza a la negación del presidente español.
Hay otra frase del lehendakari que debe ser tenida en cuenta. «Le he ofrecido una mano tendida antes y después de las elecciones para hablar, negociar y pactar». Y repitió varias veces lo de «antes y después de las elecciones». Desde que Juan José Ibarretxe anunció su «hoja de ruta», en Lehendakaritza eran conscientes de que Zapatero no iba a moverse de su rechazo hasta marzo, pero contemplaban la posibilidad de que pudiera cambiar de posición si tras los comicios volvía a la Moncloa. Por lo visto, después de La larga conversación de ayer, esa convicción sigue estando ahí.
Por lo demás, es también preciso atender a que el rechazo del Gobierno español se basa, en realidad, en una cuestión que no deja de ser meramente formal, como la legalidad o ilegalidad de una consulta. Ese escollo, de existir un acuerdo de fondo, se salva con una firma de Rodríguez Zapatero.
Reuniones como la de ayer no dejan de ser escenificaciones, y en este caso la sobreactuación de alguno de los actores guarda una relación directa con lo mucho que se juega en las próximas elecciones. Por lo tanto, no cabe esperar cambios de cara al público hasta el próximo mes de marzo. ¿Y después? Las posibilidades están abiertas.
De lo conocido hasta la fecha -y el proceso negociador con ETA es prolijo en detalles al respecto- el presidente del Gobierno español se ha negado a reconocer de manera efectiva el derecho de la ciudadanía vasca a decidir libre y democráticamente su futuro. Lo que vaya a hacer en adelante dependerá de cómo queden las correlaciones de fuerzas entre los dos grandes partidos del Estado, dentro del propio PSOE y también en Euskal Herria.
Dado que a la mañana siguiente de las elecciones el futuro presidente del Gobierno español tendrá de nuevo sobre la mesa la propuesta del lehendakari, a día de hoy no puede todavía predecirse qué dirección tomará Rodríguez Zapatero en caso de que sea quien gane. Porque sabe que, si quiere, tiene caminos totalmente legales para transitar por la «hoja de ruta» de Ibarretxe e incluso para tratar de llevarla hacia una simple reforma estatutaria.
Algo similar ocurre con la posición que vaya a adoptar Juan José Ibarretxe en próximos meses. Hay experiencias poco halagüeñas. Siempre que ha prometido contundencia contra imposiciones del Estado, su fuerza se ha ido en los discursos. Baste recordar lo ocurrido con el portazo que el Congreso dio al Nuevo Estatuto y cómo la anunciada consulta se convirtió finalmente en una convocatoria de elecciones. Además, en el último proceso negociador el PNV, lejos de ser una fuerza que tratara de superar los topes constitucionales que taponan el futuro de Euskal Herria, se convirtió en el aliado fiel del PSOE haciendo valer el ejercicio de «autolimitación» que en su día teorizó Josu Jon Imaz.
Pero también es cierto que no es lo mismo participar de un proceso negociador como el que ha habido entre 2005 y junio de 2007 que ser quien -como ocurriría ahora con Juan José Ibarretxe- lo lidere. También en este caso la dirección que tome finalmente el lehendakari dependerá mucho de las correlaciones de fuerzas en el seno del PNV y en el conjunto del movimiento abertzale con las que se llegue a cada una de los hitos que aparecen dibujados en la «hoja de ruta».
Cabe por tanto concluir que la foto que hoy vemos, la realidad paralizada que ahora nos enseñan, no tiene por qué ser la que se dibuje el pró- ximo mes de junio. Para bien o para mal. Como recuerda la frase de Simon Peres sacada a colación por Ibarretxe, lo que hoy se niega puede ser lo que se firme con toda solemnidad en el futuro. Dependerá, entre otras cosas, de las correlaciones de fuerzas.