La producción de «Invasión» se ha alargado durante tres años, en los que ha habido de todo, hasta relevo de director. El primer montaje del cineasta alemán Olivier Hirschbiegel, autor de «El experimento» y «El hundimiento», no gustó a los ejecutivos de la Warner y fue mal acogido en los pases de prueba. Entonces el productor Joel Silver acudió a los hermanos Wachowski, quienes rescribieron buena parte del guión e hicieron un nuevo plan de rodaje, encargándose de dirigir las escenas adicionales su colaborador James McTeigue, con el que ya trabajaron en «V de Vendetta». No se entiende porqué en Hollywood se empeñan en contratar a cineastas europeos, para luego sorprenderse del resultado oscuro obtenido y terminar añadiendo las consabidas secuencias de acción. Al final, la operación se salda con un inevitable fiasco económico, ya que los gastos se disparan y el público recela ante las dudas sembradas por lo accidentado del proyecto.

En el caso de «Invasión» está además la escasa expectación levantada por la que es la cuarta adaptación de la novela de Jack Finney «La invasión de los ladrones de cuerpos», sucesivamente llevada a la pantalla por Don Siegel, Phillip Kaufman y Abel Ferrara. El tema es de sobra conocido, por lo que en el nuevo argumento cinematográfico se ha modificado al objeto de que esta vez sea un virus alienígena, procedente de los restos de un trasbordador espacial, el que infecta y posee a los humanos hasta controlar sus voluntades.

Otro factor que tampoco ha ayudado al éxito es la presencia estelar de Nicole Kidman, convertida ya en un multimillonario rostro publicitario que, sin embargo, en el cine no funciona. Aquí, al menos, su inexpresividad viene a cuento.