Maite SOROA
El valor de Ceuta y Melilla
Memeces se escriben a diario y ni siquiera una está libre de caer en la tentación en alguna ocasión, pero lo que ayer leímos en «Abc» es de traca. Firmaba el artículo Cesar Alonso de los Ríos y se refería al tema de moda en Hispania. Así empezaba: «Vanguardia de la nación española. Esto es lo que han sido secularmente Ceuta y Melilla». A partir de ahí...
Dice el autor que son «plazas trascontinentales con un sentido clarísimo de defensa y prevención; expresiones de la nacionalidad en un grado supremo como sucede siempre que esta condición fronteriza termina marcando la vida misma por el riesgo, la inseguridad y la soledad incluso». Fronteriza, dice, ¡si hay que cruzar el mar!
Así no les extrañe que sentencie que «la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla ha sido, en efecto, el reconocimiento obligado de la misión histórica de Ceuta y Melilla en relación con la nación española y no por lo que éstas han representado en el pasado desde el punto de vista geopolítico sino por lo que representan para la defensa de nuestros valores amenazada en estos momentos por el totalitarismo yihadista». Esta explicación es nueva.
Y luego le da la nota de modernidad a lo caduco: «Por lo mismo, la presencia de los Reyes tiene asimismo un simbolismo europeo en la medida que Occidente está siendo golpeado por el terrorismo islamista. Ceuta y Melilla son más que nunca un bastión en el corredor de la amenaza norteafricana y, si se me apura, una garantía para la defensa de una idea occidental de Marruecos, esto es, de aquellas concepciones para las que el Islam es compatible con el respeto a los derechos fundamentales del ser humano. Posiblemente, esta interpretación resulte difícil entender por parte de aquellos que únicamente ven en Ceuta y Melilla dos objetivos territoriales pero, a mi entender, es claro que la `salvación' de la monarquía marroquí no pasa por hechos como la conquista de Ceuta y Melilla sino por la preservación de éstas como expresiones españolas y occidentales. Por estas razones, la tardanza de la visita real se ha convertido en una ocasión histórica». ¡Toma del frasco, Carrasco!