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Jacinto Martinez alegria Ex concejal del Ayuntamiento de IruJa

Recordando a los 36 vecinos de Cortes

Quiero ser lo más breve posible, como el día 1 de noviembre cuando me dirigí a los vecinos de Cortes a petición de José Angel Rincón.

No llego a entender tanto daño. Me ha tocado leer sobre los fusilamientos, verdaderos casos de auténticas salvajadas. Es imposible entender las causas que puedan justificarlas. No me resisto a destacar el de Maravillas Lamberto, de Larraga, violada y asesinada a sus 14 años y cuyo cadáver arrojaron a los perros. A continuación fusilaron a su padre. Repito que no puedo entender cómo se puede llegar a esos extremos. Los golpistas de turno, Franco, Mola, Queipo de Llano, Sanurjo lo adornaron en defensa de Dios, patria y rey, supongo que de acuerdo con la santa madre Iglesia. Muchos fusilamientos coincidieron con fechas religiosas como el día de Santiago o el de la Virgen. Nuestros obispos aprovecharon la ocasión para declarar esa guerra civil auténtica cruzada para enfrentarse a las fuerzas del mal, capitaneados por el Dios de los ejércitos y el Dios de la guerra. Y si desaparecía el comunismo, mejor que mejor. En sus proclamas evangélicas el comunismo es intrínsecamente perverso.

Respecto a la memoria histórica, lo tenemos bastante difícil si queremos una condena histórica. No debemos olvidar que millones de ciudadanos y de ciudadanas todavía añoran a Franco, que por supuesto no condenan las salvajadas que todos conocemos. Recordemos a los del PP y a los de UPN.

Respecto a los fusilamientos de sacerdotes, el cardenal Gomá, más franquista que Franco, dijo lo siguiente: «La muerte de estos sacerdote es debida a que se habían apeado del plano de santidad en el que tenían que haber permanecido». Acaban de beatificar a 498 mártires porque, al parecer, éstos sí que eran verdaderos santos. Sin comentarios, juzguen ustedes. El nuevo arzobispo, castrense, ya nos dice que la Ley de Memoria Histórica es innecesaria.

Si me he extendido más de lo debido, pido perdón. Los 36 fusilados de Cortes no perdieron su dignidad. Los matones de turno sí la perdieron, así como su propia condición de personas. El mejor homenaje para esos fusilados es que seamos portadores de sus sentimientos y de sus nobles causas.

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