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Raimundo Fitero

Borbonada

ELa actitud despótica, colonialista, xenófoba y antidemocrática del señor Borbón y Borbón debe ser aplaudida con fervor republicano. Nadie ha hecho tanto en tan pocos segundos para adscribir sin remordimiento a cientos o miles de ciudadanos a los métodos expeditivos de los republicanos franceses para quitarse de en medio a los reyes absolutistas. Hoy hemos tomado el vermú brindando por Maximilien Robespierre. Una vez mostrado nuestro más incondicional apoyo a su borbonada, deberíamos empezar a reclamarle la devolución de salarios, y proponer un expediente para dejarle seis siglos sin empleo ni sueldo a toda su estirpe.

Si nos atendemos al asunto con una mirada exclusivamente televisiva, debemos convenir en que ha actuado de acuerdo con la moda actual, abandonar los platós, indignado, porque así, se entiende, se sube de caché y se tiene asegurada la presencia en otros programas. Lo hemos visto hace muy pocos días en un programa de supuesto rasgo político, pero cuando tenemos la ocasión de ver algunos programas de las televisiones iberoamericanas, encontramos formatos en donde sus conductores van exacerbando los ánimos de los invitados hasta llegar a las manos. Estuvieron a punto.

Pero lo que es absolutamente aleccionador es el espíritu imperial, colonial del tono empleado, absolutamente deplorable, fuera de toda norma. Es lógico que un monarca no comprenda nada de democracia, que no le queda debajo de la corona ningún rasgo de autoridad adquirida en las urnas, cedida por el pueblo. Y ese es el punto clave, ese señor allí, no pinta nada, y si está de adorno, que se calle. Pero para siempre. El gobierno español tiene un grave problema. Los intereses económicos de las grandes corporaciones bancarias, petroleras o telefónicas, también. Si bebes, no conduzcas, ni vayas a reuniones internacionales con cámaras abiertas.

El ridículo que están haciendo públicamente los que apoyan desde los televisivos programas de toda índole a esta salida de pata de banco del heredero del franquismo es supino. La vergüenza ajena nos inunda. Ceuta, Melilla, América. Esto se acaba. De borbonada en borbonada, hasta el triunfo republicano final.

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