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Vida y muerte de un personaje

Josu MONTERO
Periodista y escritor

Seguro que se han fijado ustedes. La obra ha finalizado, el público aplaude, las luces bañan de luz el escenario, los actores salen a saludar, sonrientes. Sólo unos segundos antes los personajes han dejado de existir, han desaparecido, han hecho su definitivo mutis o han sido tragados por el telón. Esos actores que ahora saludan satisfechos son quienes han prestado su cuerpo, y su voz, y su mayor o menor talento a esos personajes a cuyos conflictos -que hemos hecho nuestros- acabamos de asistir. Pero sin embargo, a pesar de los escasos segundos transcurridos, ya no son ellos. Y lo vemos en sus rostros. Ya parecen otros. Han dejado entre bastidores a esos seres que los han habitado las últimas dos horas; y aunque conserven aún sus ropajes externos, en sus rostros, en sus movimientos, en sus gestos, percibimos que los personajes ya no están ahí.

En su obra «Pervertimiento y otros gestos para nada», el dramaturgo José Sanchís Sinisterra escribió una escena en la que, tras terminar su monólogo, un personaje habla y habla «para retrasar lo inevitable: mi salida por esa puerta, y con ella mi total disolución. Cuando salga por esa puerta, se acabó. Se acabó todo».

Reconocemos en esta actitud la esencia de tantos personajes de Samuel Beckett, ese hablar y hablar, ese decir-se, las palabras como único y endeble parapeto frente al abismo de la nada. En su deriva verbal, el personaje rebelde de Sanchís habla de cómo él se disolverá en la nada mientras el actor seguirá felizmente con su vida; y aclara: «Yo no soy el actor... aunque es indudable que un ambiguo parentesco nos une. Salgo por esa puerta, y el actor se libera de mí, desembarazado al fin de esta engorrosa entidad advenediza».

Y otro tanto sucede con el autor, de quien a fin de cuentas él es carne de su carne. Y con los espectadores. Pero a medida que habla y habla se va dando cuenta de una incuestionable verdad que hace que finalmente atraviese la puerta confortado y alegre: otros actores le devolverán a la vida, durante años, quizá durante siglos, mientras que «este efímero actor, e incluso el autor, y también ustedes, todos ustedes, habrán cruzado ya la puerta».

La media de vida actual de un ser humano del primer mundo se estima en unos ochenta años. El personaje teatral vive dos horas. Cuando vamos a ver una obra de teatro, lo ideal -¡y cada vez más raro!- es que el tiempo se nos pase volando, que no tengamos en absoluto la tentación de consultar nuestro reloj; esto es, que nuestro tiempo quede congelado, anulado, abolido. Sin embargo los personajes viven su fugaz existencia de dos horas de forma necesariamente acelerada, precipitada. A buen seguro en ese roce entre estos dos tiempos tan distintos, antagónicos, estriba de algún modo la magia del teatro.

Fitxa

Obra: «Amamaren Memoria».

Tokia: Antzoki Zaharra (Donostia).

Datak: Azaroaren 16an euskaraz, 17an gaztelaniaz eta 18an euskaraz.

Ordua: Emanaldi guztiak 20.00etan izango dira.

Sarreren salneurria: 15 euro aldez aurretik erosita eta 18 euro antzokiko leihatilan.

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