Maite SOROA
Un debate que no se apaga
Lejos de apagarse los ecos del «¿Por que no te callas?» tabernario, el debate parece cada vez más abierto. Por lo menos en las páginas de la prensa. En la española, se entiende.
Por ejemplo, Pedro de Silva en «Levante» mostraba un aspecto crítico de la cuestión: «No comparto la opinión de que el Rey se haya dejado llevar sólo por el cabreo. Creo que ha sido también una jugada de riesgo, aunque fallida. Si, tras pedirle el Rey que se callara, Chávez lo hubiera hecho, aunque fuese con una sonrisa y una inclinación burlona, ya tendríamos montada una Commonwealth. No ha podido ser». O sea, un fracaso total.
Quien tampoco las tenía todas consigo es Antoni Segura, en «El Periódico»: «Sin embargo, habrá que ver si esta humanización refuerza el apoyo a la institución, que el propio Juan Carlos se ganó el 23-F, a pesar de las dudas que aún persisten sobre aquella noche, o si, por el contrario, es el inicio de un deterioro de la confianza en la institución, porque cuando los reyes se humanizan y se igualan al resto de ciudadanos pierden su condición de intocables y uno se empieza a preguntar para qué sirve la monarquía y por qué goza de privilegios». Buenas preguntas.
Y, también en «El Periódico», Juan Luis Corcobado lo dejaba claro: «A diestra, especialmente, pero también a siniestra, se ha alabado la comedida actitud de Zapatero al salir en defensa de su antecesor en el palacio de La Moncloa y la menos comedida del Jefe del Estado español, quien, acaso motivado por ciertos resabios colonialistas, perdió el control exigible a quien ocupa tan alta magistratura y en un lenguaje que en nada tiene que envidiar al utilizado por el presidente venezolano le soltó a éste un `¿por qué no te callas?' que quizás hubiera sonado normal en épocas pretéritas, pero que hoy parece algo anacrónico».
La nota cortesana la daba el inefable Iñaki Ezkerra en «La Razón». Según el pelotillero, «El `¿por qué no te callas?' no sólo fue procedente sino elegante. No fue una orden airada sino casi una pregunta filosófica». ¿Le invitarán a merendar en La Zarzuela por escribir esa sandez?
