Imanol Unanue Activista social
Siervos silenciados
Tienen que ser traumas del pasado los que lleven a gente madura a soñar y adorar reinos llenos de reyes y reinas, príncipes, condes, duques y demás nobles; no olvidemos que fueron inventados en épocas en las que el poder económico y militar era reconocido con títulos del mismo calado y la gente sin futuro estaba obligada a servirlos y a pagar unos diezmos que les hacía muy difícil la supervivencia.
Ni más ni menos que esos títulos poco cercanos a la plebe son los que ahora pretenden imponernos desde todos los ámbitos como algo inmejorable y de corte democrático, fuera de toda crítica e intocable. Así, una sola frase, para mí propia de la mala educación, sorprende al más culto, logra un eco impresionante en todos los medios y llega incluso a convertirse en un grito reivindicativo de los siervos de la monarquía Española.
Se han desbordado los límites de cualquier inteligencia con las declaraciones grandilocuentes de periodistas, autodenominados intelectuales y miembros de partidos de todo el espectro político, puesto que pocos han mantenido el tipo. Así, las sonrisas y carcajadas, más falsas que la peseta estadounidense, han aparecido por doquier, incluso los medios públicos de este tercio territorial del sur se han apuntado al falsete y al besamanos.
¿Desde cuándo interrumpir a alguien es valorado de esta forma? ¿Se podrá actuar de ahora en adelante de esta forma en cualquier parlamento y no ofender al orador? Creo que hace tiempo que la gente ha perdido el sentido del ridículo y la medida de lo que presuponían las mayorías como «comportamientos democráticos».
No nos engañemos. Lo oído tras la frase que algunos pretenden sea más castiza o de calado más ofensivo es lo más absurdo que he oído en los últimos tiempos y propio de un país donde se utiliza el silencio obligado como ley últimamente para una parte de la sociedad. Por ello dar un valor positivo al desbarre monárquico es decadente, aunque con un valor positivo, porque de nuevo se pierden las formas y aparecen las nefastas actuaciones del totalitarismo, y en este caso el que no quiere ver o saber lo que realmente pasa, será porque así lo desea o le apetece callarse.
No creo que nadie deba callarnos o callar a otro de esa forma y menos hacer gracia a los serviciales súbditos que día tras día han de pagar los diezmos a una monarquía que no han podido elegir. Por más gracia que les haga un señor enfrentándose a otro, el suceso sólo esconde la dependencia de quienes aplauden las gracias de su majestad.
Mientras nos despistan con este u otro suceso infantil y de poca madurez, han fallecido más obreros en accidentes laborales, la violencia de genero roza el desmadre, la carestía de la vida hace que sean más los que no puedan garantizar llegar a fin del mes, los artículos básicos han subido una barbaridad, Amnistía Internacional ha denunciado la tortura existente y continua, casi 200 personas han sido detenidas, la violencia prosigue, sigue sin esclarecerse porque se cerraron «Egin», Egin Irratia y «Egunkaria», nuestros mayores difícilmente pueden vivir, la xenofobia crece, etc. Y todavía nos dicen que nos callemos de nuevo.