Si bien es cierto que la marcha de Luis Scola a la NBA despertó una lógica incertidumbre por todo el peso que el capitán tenía en el equipo -más de uno se rasgaba las vestiduras y algún otro hablaba de temporada(s) de transición-, lo cierto es que el Baskonia ha salido ganando con la operación. Y el bonaerense, también.

Su salida obligó/permitió un cambio estructural y la llegada de más centímetros y músculo, algo que se aprecia a simple vista. Splitter y McDonald ven aro con facilidad e incluso están tratando de que Teletovic aprenda a jugar al poste bajo. Con Linton Johnson, aunque a este paso Singleton -¡cómo será este tío que se ha ganado la renovación sin jugar!- va a recuperarse antes, la batería interior es muy completa. Cazo, cazuela, olla y sartén. Por si fuera poco, Mickael recupera para Gasteiz un poderío desconocido desde los tiempos del Chapu. A poco que vea aro... Si además, Planinic da por fin su verdadero nivel y hasta Vidal aporta, sólo falta que Jasaitis aparezca de una vez. Los rivales están empezando a perder rueda irremisiblemente en el tercer cuarto y cuando Spahija termine de ajustar todas las tuercas del mecano, ojo.

Después de una temporada, la del adiós, un tanto anodina, Luis Scola empieza a carburar al otro lado del charco. Los nueve primeros partidos no hicieron sino alimentar mis dudas. Incluso temía que se lo fueran a comer con patatas, pero en los dos últimos partidos, entre la baja de T-Mac y los dos contra uno a Yao Ming, el argentino se fue a los 20 puntos, con un impresionante 10 de 11 ante los Spurs -ya han descubierto su portentoso juego de pies- y siendo el que más lanzó, 19 tiros, de los Rockets ante los Suns, aliñando su faena con 11 rebotes y 4 asistencias en unos significativos 38 minutos.

Doble alegría acá y allá. Y que dure.