Daniel Andia Responsable de la Unidad de Patología Cervical del Hospital de Basurto
Consideraciones acerca de la vacunación frente al VPH
Los criterios que se siguen en el siglo XXI se fundamentan en los datos de la medicina basada en la evidencia. Es decir, estudios científicos rigurosos siguiendo pautas
consensuadas
Cuando se pretende juzgar un tratamiento o un determinado procedimiento, en medicina se tienen en cuenta dos cuestiones fundamentales. En primer lugar que sea inocuo, o sea que tenga pocos efectos secundarios. En segundo lugar que haya demostrado una eficacia.
Si analizamos la vacuna frente al virus del papiloma humano (VPH), podemos afirmar que es una vacuna segura. Hay una experiencia de muchos millones de dosis administrados en diversos países en el mundo y no se han demostrado efectos secundarios graves relacionados con la vacuna. Sí es verdad que se produce un pequeño enrojecimiento en el sitio de la inyección que desaparece en poco tiempo.
Los datos de eficacia sorprenden por la contundencia de las cifras. Las mujeres vacunadas en los estudios publicados no experimentaban infecciones por VPH ni lesiones preinvasoras producidas por los virus frente a los que era eficaz la vacuna. Se trata de una vacuna recomendada por las organizaciones de salud más prestigiosas a nivel mundial, incluida la OMS.
La introducción de las vacunas a lo largo de la historia ha seguido una constante. Se ha iniciado en los países desarrollados y ha sufrido fuertes críticas por parte de determinados sectores. Finalmente se ha afianzado y actualmente supone uno de los grandes logros en materia de salud.
La vacuna frente al VPH ha sido discutida con criterios de eficiencia. Es decir, se considera una vacuna poco rentable. Esta crítica se basa en una afirmación parcial como es que se trata de una vacuna para prevenir un cáncer. Cuando se analiza esto, se observa que se fundamenta en la escasa frecuencia de cáncer de cérvix invasor. Se registran entre 80 y 90 casos de cáncer de cérvix invasor por año en la CAPV. Aunque no podemos dejar de lado que es un cáncer que experimenta una tendencia ascendente, que afecta a mujeres jóvenes, de la década de los 40 años, y que aproximadamente el 25% fallecen antes de los cinco años por este tumor.
A los que trabajamos en este campo, además del cáncer, nos preocupan las lesiones preinvasoras por su elevada frecuencia e impacto en términos de salud. Recordemos que tanto estas lesiones como el cáncer de cérvix están producidas siempre por el VPH. No existen registros en nuestra comunidad que documenten la frecuencia de las alteraciones citológicas o de las lesiones preinvasoras. La experiencia en este campo y la perspectiva del tiempo nos han permitido observar en nuestra unidad un incremento muy importante en la frecuencia de estas lesiones. Factores como la inmigración desde países con una elevada tasa de cáncer de cérvix o la liberación de las costumbres sexuales son decisivos a la hora de buscar una explicación a esta elevada frecuencia.
Otra consideración que se repite es el elevado precio de la vacuna. No debemos olvidar que de manera habitual realizamos intervenciones en salud con medicamentos que cada uno de ellos multiplica por diez el gasto anual de la vacunación frente al VPH. Hablamos de antidepresivos, antirretrovirales, reductores del colesterol, fármacos frente a la osteoporosis o la incontinencia de orina… Se deben priorizar las intervenciones y deben ser los gestores de salud los que realicen dicha labor.
Se ha especulado mucho sobre si la introducción de la vacuna ha sido precipitada. Los profesionales en esta faceta y las pacientes implicadas estamos en la línea opuesta. La introducción se ha llevado a cabo con una demora de más o menos un año con respecto a otros países industrializados. Hemos sido de los últimos en Europa en incorporarla. Los datos que aportan los trabajos científicos ofrecen suficiente información como para no demorar su introducción, y así lo han expresado las diferentes sociedades. Cualquier demora supone privar a nuestras adolescentes de un beneficio indudable y por tanto el retraso en la introducción y financiación de la vacuna se nos antoja injustificado.
Finalmente, recordar que los criterios que se siguen en el siglo XXI se fundamentan en los datos de la medicina basada en la evidencia. Es decir, estudios científicos rigurosos siguiendo pautas consensuadas. Debemos acudir a esas fuentes para valorar tratamientos o procedimientos médicos. Recalcar que la discusión debe limitarse a foros académicos, entre personas que han estudiado o trabajado los problemas o con profesionales con inquietudes científicas. Cualquier opinión fuera de estos foros, si además no está fundamentada en criterios de evidencia, debe ser desestimada.