Andrés de Urdaneta, «el hombre que sabía volver»
En la Corte de Felipe II se referían a Urdaneta como «el hombre que sabía volver». ¿De dónde? De aquella mina de oro que para los europeos eran las Indias Orientales, y volver no por el cabo de Buena Esperanza, sino a través del Pacífico. El ordiziarra fue el artífice del llamado «tornaviaje», una hazaña que lo sitúa entre los más notables marinos de la historia. Las conmemoraciones del quinto centenario de su nacimiento tratarán de «poner en valor» su figura.
Martin ANSO | ORDIZIA
Un acto que tendrá lugar el miércoles en Ordizia, en el que está previsto que participen la presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal, y el lehendakari Juan José Ibarretxe, abrirá oficialmente el Año Urdaneta.
Es una iniciativa que, a través de diversas actividades, pretende «poner en valor» la figura del artífice del «tornaviaje», el regreso de Filipinas a América por el Pacífico, lo que en 1565 abrió una ruta comercial entre Asia y Europa que, a través del Galeón de Manila, estuvo en vigor durante 250 años, hasta que se impuso la navegación a vapor.
«Urdaneta no era uno de esos aventureros, tan osados como falta de escrúpulos, que fueron a recorrer mundo para hacer fortuna a punta de espada. Era un hombre de formación científica renacentista y mentalidad absolutamente moderna, un navegante excepcional de la talla de Colón, Magallanes o Cook, a quien la historia no ha hecho justicia». Quien así se expresa es José Ramón de Miguel, autor de «Urdaneta en su tiempo» y comisario de una exposición inaugurada este fin de semana en Ordizia. «Para muchos -dice-, es un desconocido; para otros, sólo es uno de los innumerables vascos más o menos famosos de la aventura `americana', y a lo sumo lo identifican como misionero, cuando, en realidad, su actividad como tal, si llegó a existir, es irrelevante».
Y, sin embargo, su iconografía más conocida, incluida la estatua de Ordizia (Isidoro Uribesalgo, 1904), lo presenta con hábito e incluso evangelizando a aborígenes filipinos. «Ello es debido -explica de Miguel- a que esa estatua fue fruto de las conmemoraciones del cuarto centenario, impulsadas por Fermín de Uncilla, quien, como el propio Urdaneta, era agustino y estaba interesado en subrayar su faceta religiosa». Y quedó tan «subrayada» que terminó eclipsando la faceta «históricamente relevante» de Urdaneta, la de artífice del «tornaviaje».
Quizá para evitar caer en el mismo error, los impulsores de las actuales conmemoraciones han preferido difundir en sus publicaciones una imagen «civil» de Urdaneta: un retrato hipotético que Antonio Valverde, «Ayalde», pintó en 1967.
El antecedente de Elkano
En 1522 llega a Sevilla la nao Victoria, al mando de Elkano. Es la única que regresa de las cinco con las que tres años antes había partido Magallanes a las Molucas. Las penalidades del viaje, primera circunnavegación del planeta, han sido incontables y, de hecho, no son sino 18 los supervivientes. Pero la Victoria trae en sus bodegas un cargamento de clavo que, por lo visto, lo justifica todo, y lleva a Carlos V a ordenar a Jofre de Loaysa que prepare una nueva expedición a aquellas islas.
Es en esta expedición, que parte en 1525, con Elkano como responsable náutico, cuando Urdaneta, quien entonces contaba 17 años, nace para la historia. «Se ha solido decir que se embarcó como grumete, pero no fue así -asegura de Miguel-. La expedición estaba financiada a través de acciones, como una sociedad moderna, y lo más plausible es que se embarcase como garante de los intereses de su familia, que formaba parte de la alta burguesía guipuzcoana. Un grumete no lleva desde el primer día, como hizo él, que, a pesar de su edad, demostró poseer una formación completísima, un diario de navegación con situaciones, rumbos o análisis de las condiciones meteorológicas; un diario que, en lo técnico, coincide con el de los pilotos de la expedición, muy experimentados, y en el que se permite el lujo de criticar hasta tres veces al `jefe', o sea, a Elkano. Además, redacta el testamento de éste y dirige expediciones a tierra».
La flota llega muy maltrecha a las Molucas. Las islas están claramente en la parte del planeta que el Tratado de Tordesillas asigna a Portugal, pero el negocio de las especias es tan apetitoso que Castilla no se resigna. El problema es que, una vez en las Molucas, no conocen la forma de regresar a través del Pacífico (entre 1522 y 1545 hubo al menos seis tentativas y todas fracasaron). Por tanto, hay que hacerlo por Buena Esperanza, como hizo Elkano en su forzada vuelta al mundo, huyendo permanentemente de los portugueses, y eso son palabras mayores. Así que los supervivientes de la expedición de Loaysa quedan de alguna manera atrapados en aquellas islas.
«Urdaneta estuvo allí ocho años recogiendo información de todo tipo -subraya de Miguel-. Datos precisos, como que en tal isla producen hierro o en tal otra tienen un boyante comercio con China, a la que enseguida identifica como la gran potencia de la zona. Porque, en el fondo, las Filipinas, en el futuro, no serán más que una escala en una vía para el comercio entre Oriente y Occidente alternativa a las tradicionales rutas de la Seda y Buena Esperanza».
Es muy posible también, porque a eso apunta un documento localizado por de Miguel, que visitara Japón, lo que situaría allí al ordiziarra antes incluso que Francisco de Xabier.
Pero Carlos V necesita dinero para sus guerras y, a cambio de una cantidad que percibe de Portugal, renuncia a cualquier derecho sobre las Molucas. Entonces, Urdaneta negocia con los portugueses su regreso por Buena Esperanza. «A su llegada a Lisboa le requisan toda la documentación escrita y sólo se libra de la muerte porque huye a uña de caballo. Al fin y al cabo, es un agente castellano».
No tarda en embarcarse de nuevo hacia México, con el fin de participar en otra expedición a las Molucas, pero ésta se trunca. Durante cerca de veinticinco años permanecerá en el entonces llamado virreinato de Nueva España, pero no varado, a pesar de que ingresa en la orden de los agustinos. «Durante ese tiempo se dedica a actividades de tipo náutico, como navegante experto. Incluso participa en una expedición a Florida. De su relevancia habla claro el hecho de que se permita aconsejar a Felipe II explorar el Paso del Noroeste, ese que ahora, a cuenta del deshielo provocado por el cambio climático, vuelve a estar en boga», señala de Miguel.
Felipe II, por cierto, como su antecesor Carlos V, también necesita dinero. Durante un tiempo ha acariciado la idea de heredar la corona de Portugal, lo que le permitiría controlar esa mina de oro que llaman «la Especiería». Pero pierde la paciencia y decide dar un golpe de mano. Sabe que las Filipinas «son portuguesas», pero sabe también que si los castellanos son capaces de plantar allí sus reales, les será muy difícil echarles. Sin embargo, para eso es preciso encontrar la forma de regresar por el Pacífico. Urdaneta le garantiza que puede hacer el «tornaviaje», y no con una nao, «sino incluso con una carreta».
Precursor de la «globalización»
El de Ordizia lo prepara todo. Frente al de Navidad, principal puerto mexicano del Pacífico, propone Acapulco, más protegido y que cuenta con bosques cercanos de los que abastecerse de cara a los astilleros que va a ser preciso construir. Pide buenos jornales para incentivar el asentamiento allí de artesanos. Solicita que se mejoren las comunicaciones terrestres con el puerto de Veracruz, en la costa del Caribe, para facilitar el trasbordo hacia Europa de las mercancías de Oriente. «En fin, que no es un tipo que va a un sitio con unos barcos, los llena y vuelve, sino alguien que está pensando en términos estratégicos, está pensando en montar una línea regular, lo que después sería el Galeón de Manila. En ese sentido, es un precursor de lo que hoy llamamos globalización», afirma de Miguel.
Todo se organiza en secreto. Al fin y al cabo, planean atentar directamente contra lo que hoy llamaríamos derecho internacional. Zarpan en 1564 sin que la mayoría de los expedicionarios sepan a dónde van, y, como en las más clásicas novelas de espionaje, sólo cuando los barcos están en alta mar, otro vasco, Legazpi, responsable máximo de la operación, rasga el sobre lacrado que contiene las instrucciones secretas de Felipe II. El destino es Filipinas.
Operación secreta
La sorpresa es general. De Miguel destaca como anécdota curiosa y a la vez significativa la reacción de los agustinos que acompañan a Urdaneta. «Se sienten engañados, porque participan en una expedición que se dispone a vulnerar el Tratado de Tordesillas, de cuyo cumplimiento es garante el Papa».
A las Filipinas llegan sin grandes novedades. Mientras Legazpi consolida la posición, Urdaneta se dispone a realizar el «tornaviaje». «Pasó allí apenas cuatro meses, tiempo que dedicó a poner la nave a punto y a negociar con los indígenas, porque, entre otras cosas, gracias a los años que había pasado en aquella zona, hablaba su lengua. Por tanto, poco pudo predicar, si es que llegó a hacerlo».
Cuando llega el momento, en la época del año adecuada y con el tiempo adecuado, inicia el viaje de regreso evitando los vientos alisios y dirigiéndose hacia el norte, en busca de la corriente del Kuro-Shivo, para descender luego hacia el sur y llegar sin novedad a Acapulco. La operación ha sido un éxito total. Efectivamente, Urdaneta era «el hombre que sabía volver».
El acto que tendrá lugar el miércoles a las 16.00 horas en el palacio Barrena, al que tiene previsto asistir la presidenta de Filipinas, dará inicio oficial al Año Urdaneta, a lo largo del cual se celebrarán una serie de actividades caracterizadas, en palabras del alcalde de Ordizia, José Miguel Santamaría, «por su alta calidad y su difusión internacional». De hecho, no se celebrarán sólo en la localidad natal del navegante, sino también en Filipinas, México y Perú, donde han sido constituidas sendas comisiones preparatorias de las conmemoraciones del centenario. Además, Ordizia se hermanará con la ciudad filipina de Urdaneta, la mexicana de Acapulco (de la que puede considerarse al navegante vasco como virtual fundador) y la peruana del Callao (a donde llegaba una prolongación del denominado Galeón de Manila).
En Ordizia, donde ya se han celebrando una serie de actos preparatorios, este mismo fin de semana ha quedado abierta al público una exposición. En ella, a través de algunos objetos -armas de la época, una maqueta de la nao Victoria o espacias y otras mercancías orientales, incluido un mantón de Manila- y, sobre todo, a través de paneles informativos, apoyados por un audiovisual con texto de Koldo Izagirre y juegos interactivos, se repasa de forma didáctica la figura de Urdaneta y su hazaña náutica. Esta exposición estará en el palacio Barrena hasta mayo de 2008, luego se trasladará a Donostia y, después, a las Casas de Asia de Barcelona y Madrid.
El programa incluye también, entre otras actividades, editar un libro, un documental, una feria de las especias, un curso de verano de la UPV, conciertos, una exposición filatélica y, a finales de 2008, un congreso titulado «Andrés de Urdaneta: un hombre moderno», al que ya han confirmado su asistencia especialistas de talla internacional.
Dijo que podría hacer el «tornaviaje» incluso en una carreta. Y no era jactancia. Según destaca José Ramón de Miguel, Urdaneta, gracias a su dominio de la posición de las estrellas, está en todo momento tan seguro de cuál es su situación, que, incluso en mitad del «tornaviaje» se permite hacer alguna incursión exploratoria.
Los escritos de Urdaneta en castellano están trufados de léxico de otros romances vecinos y resultan a veces difíciles de entender sin recurrir al euskara, del cual trasladaba construcciones sintácticas y locuciones. Eso ha llevado a algún especialista a afirmar que «Urdaneta escribía en castellano lo que pensaba en euskara».