«Lo humano es como un tren que no hay manera de parar»
Autor de «Vidas Terrestres»
Muchos lectores esperaban una nueva novela del autor de «Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos», que se vende ya en edición de bolsillo. Con este título, Rodrigo Muñoz Avia (Madrid, 1967) salió del anonimato y demostró que es capaz de desenvolverse en terrenos distintos al de la literatura infantil. En «Vidas terrestres» juega con la realidad y la ciencia ficción.
Izaskun LABEAGA | BILBO
Rodrigo Muñoz Avia ha presentado en Bilbo ``Vidas terrestres'' (Alfaguara), una novela con varias historias paralelas. Todo ocurre en 24 horas, incluida la aparición de seres procedentes de otros planetas, hecho que no parece alterar demasiado la vida de los protagonistas.
¿Es así, sin inmutarnos demasiado, como reaccionamos ante las catástrofes, el cambio climático o las guerras?
No se sabe cómo reaccionaríamos ante una invasión extraterrestre pero la posibilidad que yo he escogido está un poco al servicio de esa idea: es muy difícil cambiar la forma de ser más interna de cada uno. Hasta en las situaciones más duras, la vida en las calles y en las casas sigue siendo más o menos la misma, porque bastante tenemos con solucionar nuestros problemas como para andar pendientes de las cosas que están lejos.
¿Es una cuestión de egoísmo?
Tiene que ver con la supervivencia. Cada uno de mis cuatro personajes está luchando por salir adelante, por aclarar su vida, por no estar tan solo, por encontrar a alguien que le quiera. Son objetivos que ya les quedan muy grandes, y nada llegado de lejos, como un extraterrestre, les va a resolver las cosas. Creo que, si de verdad ocurriera algo así, no nos quedaría más remedio que seguir con nuestras vidas. Ese tipo de cosas pueden ser muy emocionantes, un día, dos, tres... pero, al final, te van a seguir gustando y preocupando las mismas cosas que te gustaban y preocupaban antes de que eso sucediera.
Presenta su relato con un tono divertido. ¿Humor e ironía van siempre unidos en literatura?
Mi manera de ver las cosas es siempre algo irónica. Me gusta sacarle punta a las cosas. Uno de los personajes de la novela es un loco; asistimos a su pensamiento, no se censura lo más mínimo y tiene mucho humor. La trama extraterrestre la he tratado con mucho cuidado, la he enfocado de una manera muy contenida y he tratado de no reírme de ello, porque es un tema muy dado a tomártelo a guasa, a no creértelo o a ironizar sobre ello. Me apetecía tomármelo en serio, contarlo en clave realista, creérmelo y ver qué pasaba, siendo yo muy incrédulo con estas cosas. Pongamos que existe vida, incluso inteligente, en otros lugares del universo y vamos a ver cómo reaccionaríamos. Ese fue el punto de partida de la novela.
Ha escrito varias historias al tiempo. ¿Le ha resultado difícil?
Ha sido un encaje de bolillos. Me resulta fácil ver la evolución de un personaje a lo largo de la novela, pero ver cómo funciona el guiso en su totalidad es difícil. También integrar dos tonos: uno realista, el de mis personajes, y otro grandilocuente, contando que grandes meteoritos inundan la faz de la tierra.
Todo ocurre en 24 horas.
Yo quería contar ese momento y que la vida sigue. Al final, el pálpito que te queda es ése: lo humano es como un tren que no hay manera de parar.