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La cadena de la lucha suma eslabones

 

La manifestación que recorrió ayer las calles de Bilbo fue un ejercicio de solidaridad con las 46 personas a las que la Audiencia Nacional española ha ordenado encarcelar a la espera de dar a conocer su condena al compromiso personal y político de los encausados con el reconocimiento de los derechos de un pueblo llamado Euskal Herria. Sin embargo, además de para expresar ese reconocimiento colectivo hacia los imputados del 18/98 –sin olvidar a quienes en el curso de ese largo proceso parajudicial quedaron en el camino: Jokin Gorostidi, Gorka Martínez, Manu Aranburu y Antton Ollokiegi–, la marcha lanzó un mensaje a quienes infligiendo daño a estas personas y a sus respectivos entornos afectivos sueñan con abrir un socavón insalvable en la ruta emprendida por los sectores abertzales y progresistas para situar a Euskal Herria en un escenario democrático.
 La imagen de miles de ciudadanos y ciudadanas que hacen suyo el lema de «seguimos y seguiremos» es la muestra más palpable de que la estrategia reincidente aplicada por los estados español y francés para hacer desistir a los vascos y las vascas de su voluntad de ejercer sus derechos y determinar su estatus político está llamada al fracaso. La cadena de la lucha no se ha quebrado en Euskal Herria ni en los momentos más adversos: ni con guerras impuestas, ni con dictaduras, ni con ejecuciones extrajudiciales y crímenes de Estado, ni con operaciones de destierro, deportaciones y confinamientos, ni con encarcelaciones masivas, ni con tortura, aislamiento y dispersión.
De generación a generación se ha hecho llegar ese bagaje de resistencia, de orgullo de pertenencia, de solidaridad internacional, de voluntad de ser y existir como iguales que está en la base de un modelo de liberación nacional y social que reinventan hoy esos nuevos eslabones de la cadena: los vascos y vascas del siglo XXI. Con nueva sabia humana, con herramientas propias del presente. Euskal Herria tiene la oportunidad histórica y la fuerza social necesaria para hacer cima en su larga escalada hacia la soberanía nacional. Todo eso quedó ayer patente en las calles de Bilbo.

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