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CRÓNICA 70 años de la batalla de Legutiano

«Aquí tuvimos nuestro Irak», en las campas de albertia

La cita era a mediodía en las proximidades de la cima del monte Albertia. El Ayuntamiento de Legutiano tributó homenaje a los milicianos y gudaris que tomaron parte en la batalla que allí tuvo lugar durante 24 días, hace 70 años.

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Joseba VIVANCO

Emilio Agirre va para los 90 años. El alcalde de Legutiano, Pedro Julián Berriozabal (EA), invita a los gudaris presentes a dar un paso al frente y desvelar el texto de la placa recordatoria de la cruenta batalla que hace 70 años ensangrentó las laderas del Albertia. Ayudado, frena en seco su débil caminar por encima de un colchón de helechos. Trata de agacharse mientras quienes le sujetan creen que se ha mareado. Pero no, él insiste en poner la rodilla en tierra y arranca unas hierbas del suelo, que besa con orgullo. Esta cima, hoy frecuentada por montañeros, seteros, cazadores y jabalíes, fue testigo de la batalla en la que más gudaris murieron en la guerra del 36. Emilio Agirre, de Somorrostro, formó parte de los combatientes en el histórico cerco a Legutiano, que se alargó durante casi un mes, del 30 de noviembre al 24 de diciembre. Él fue uno de los homenajeados en la mañana de ayer.

Un frío helador, una niebla espesa. Así recibieron las campas de Larragoien, a apenas quinientos metros de la cumbre del monte Albertia -donde ANV homenajea cada año a sus 300 militantes que allí cayeron-, a quienes se acercaron a rendir tributo a todos cuantos del lado de la República tomaron parte en la batalla de Legutiano. Precisamente, ANV criticó esta semana este acto por verlo como «una plataforma de propaganda» en la que «no se recordarán los ideales de los gudaris que cayeron en la batalla, sino las actuales iniciativas políticas concretas del Gobierno tripartito».

28.000 jóvenes voluntarios vascos, repartidos en 35 batallones, marcharon a las órdenes de sus capitanes Ibarrola, Cuerto y Aizpuru en el cerco a Legutiano, que tras días de duros enfrentamientos y miles de muertos terminó en un duro revés para el Ejército vasco. «Otros ganaron esta batalla y la guerra, pero no nos vencieron», recordó en alto a los asistentes el primer edil de Legutiano.

«Soy un gudari del Euzko Gudarostea, del PNV, salido del cuartel de Bilbao. Me han dado un zazpiak bat de dotación, me lo he cosido en la txapela. He hecho una instrucción mínima y me han dado un correaje de color avellana de fusilero, me han puesto una bayoneta alemana y a mi compañero una checa y a otro una francesa. Como tengo que comer, tengo un plato de aluminio y un cazo. Y llevo unos pantalones británicos de la Primera Guerra Mundial, que acaban de entrar en un barco en Bilbao y que los han repartido a saco. Tengo unas polainas hechas en Gomas Garay, en Retuerto, que se entregan a mansalva. Y tengo también unas botas claveteadas que me las ha entregado también mi comandante intendente», era la descripción que hacía de sí mismo uno de los miembros de la Asociación Sancho Beurko, que recrearon de manera fiel uno de los puestos de combate que aquellos días se improvisaban en aquellas campas.

«Llega tarde»

«Mi jefe es del mismo pueblo que yo. Le han puesto jefe porque tiene cierta representatividad en el batzoki. Justo-justo nos han enseñado a pegar cuatro tiros arriba en Begoña y hemos hecho una instrucción mínima, aprender a montar el fusil y a cargarlo», explica mientras sujeta su arma.

«El que está con la ametralladora -utilizada en combate por el batallón Susaeta y que han adquirido por 3.000 euros-, ése es un oficial que está instruido y están entrando un par de chavales para que aprendan también», proseguía su relato. «Como estamos a la defensiva, lo único que tenemos que hacer es apuntar y disparar», concluye. «Nos han dicho que nos van a mandar aviones desde Valencia y estamos esperanzados». Aviones que nunca llegaron.

La idea de esta recreación era la de ir más allá del libro de historia, rozar la propia historia, sentir lo vivido hace décadas de una manera más visual. Para el recuerdo quedará la escultura de Joseba Estarta allí instalada y la placa recordatoria. «En defensa de los derechos de este pueblo y en defensa del derecho constitucional», se leyó en el acto central de un homenaje que, se reconoció, «llega tarde».

El aurresku de honor bailado por un nieto de uno de quellos gudaris, José Ortiz de Zarate, ayer enfermo, dio paso al agradecimiento y reconocimiento a algunos de ellos allí presentes, como Antonio Loinaz, Eduardo Uribe, Manuel Ibarrola y tantos otros. Estaba también Nemesio Ugarte, vecino de la zona. Contaba once años cuando vivió ala batalla y dice que recuerda todo como si fuera ayer. «Aquí tuvimos nuestro Irak», se lamenta mientras observa los pinos plantados, dice, justo un año antes de la contienda. Testigos mudos, como las centenarias hayas, de una de las batallas más recordadas del frente Norte.

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