Prueba superada. El Eibar convirtió, efectivamente, la contundente derrota ante el Hércules en un tropiezo sin consecuencia y, sólo una semana después, se reencontraron con el triunfo. Sin renunciar a una línea que a veces no obtiene recompensa pero que otras, como ayer, sube la temperatura en medio de la tarde más fría.

Trabajo y ambición fueron, de nuevo, las claves del triunfo armero. Combinados esta vez con el acierto que faltó una semana antes. También con unas gotitas más de chispa que los eibarreses, además, aplicaron desde el pitido inicial. Esta vez no les hizo falta recibir un golpe para despertar de la siesta y plantar una muralla en la línea divisoria, en la que casi todos los balones rebotaban con peligro. Enfrente, un Poli Ejido al que toda su buena racha se le convirtió en simple estadística con la que rellenar hojas de periódico. Nunca se sabrá si la razón fue un deseo de engordarla a base de mantener el empate inicial o si fue su anfitrión el que le impidió soñar con logros mayores pero lo cierto es que, hasta que encajó el gol, el conjunto andaluz hizo poco más que intentar frenar a su rival. En todo el primer tiempo, de hecho, sólo coló dos balones en el área local: en los minutos 22 y 33, con sendas faltas lanzadas a la olla.

El Eibar, por contra, no cejó en su empeño de buscar el gol. Y bien cerca que lo tuvo. Tanto en jugada -un centro de Raul García peinado por Goiria que acabó en córner, una buena combinación entre Goiria e Insa que le robaron al levantino en el último instante, un mal despeje de Álvaro forzado por Goiria que Del Olmo remató desviado...-, como a balón parado. Las más claras, en este caso, una que estuvo a punto de aprovechar Codina tras la listeza de Del Olmo y, sobre todo, un cabezazo de Markel que se estrelló en la cruceta, poco antes del descanso.

El cántaro acabó por romperse nada más reanudarse el choque. El Poli Ejido buscaba el área por tercera ocasión, por supuesto con una falta, pero el balón acabó en los pies de Del Olmo para que Codina culminase la contra superando por arriba a Álvaro con un bonito remate.

Al Poli, lógicamente, le entraron las prisas y la ambición que le habían faltado hasta entonces. Y hubo un momento en el que pareció que le iba a bastar, porque el Eibar dio el habitual pasito atrás y su rival lo aprovechó para crear un par de ocasiones a las que, afortunadamente, ni Juan Díaz ni De Múner sacaron partido. Luis César Sampedro también hizo su parte, con la entrada de Moreno y Molina, pero no fue suficiente.

Sufrimiento, el justo

Se sufrió, no faltaba más, por la estrechez del marcador y por los precedentes, pero las sensaciones fueron muy diferentes a las de, por ejemplo, el encuentro frente al Córdoba. Ni el rival era el mismo ni, sobre todo, el Eibar respondió igual. Consiguió recuperar el pasito retrasado y fue, además, capaz de crear peligro a la contra. Codina e Insa protagonizaron una de las ocasiones más claras para apuntillar el encuentro, pero la bonita acción acabó en el lateral de la portería. Tampoco hizo diana el balón de Carmelo desde la frontal, tras una carrera de Raúl García por toda la banda izquierda tras ochenta minutos de trabajo, ni sendos remates cruzados de Eizagirre y Goiria en la recta final del choque. Ocasiones que no llegó a trenzar el Poli, incapaz de convertir su necesidad de reacción en agobio para el rival.

Y eso que hasta el árbitro le echó una mano, ya en el minuto noventa. Como guinda a una actuación que ya estaba dejando bastante que desear, Pérez Riverol expulsó a Markel Robles por una acción que merecía la amarilla -fue una entrada por detrás- pero no, desde luego, la roja, teniendo en cuenta que el derribo se produjo a unos cuantos metros del área y con otros tres defensas por delante. Una pena, porque la progresión de Markel está siendo considerable, pero afortunadamente las consecuencias se pagarán, si hay que hacerlo, la próxima semana, porque ayer el Poli no tuvo tiempo para aprovecharlo.