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Estanis Etxaburu Solabarrieta Ex preso político

Ondarroa 1977...

30 años después, recordando el año 1977, llegamos a la conclusión de que hemos de seguir aunando compromisos, enarbolando la amnistía y todo su componente político

Precisamente hoy, 9 de diciembre, se cumplen 30 años desde que Euskal Herria consiguió poner en libertad al último preso político vasco, Fran Aldarondo. Aquel ondarrutarra que horas más tarde, de manera pública y junto a las Gestoras Pro-Amnistía, pondría los puntos sobre las íes: «Hemos conseguido sacar de las cárceles a los presos políticos vascos, pero con ello no hemos logrado la amnistía, pues aún existen exiliados sin poder volver a casa y a Euskal Herria se le siguen vulnerando sus derechos». Semanas más tarde, se producirían más detenciones y a primeros de enero de 1978 volverían a surgir nuevos presos. Dos años más tarde, Fran Aldarondo caería muerto en la ladera de un monte de Ibarra, después de recibir quince impactos de bala de manos de la Guardia Civil.

30 años después, el pueblo de Ondarroa pretende mostrar la fortaleza de una memoria histórica, aquel simple pero a su vez profundo sentir ante fechas y acontecimientos que se convierten en armas para la razón de la existencia de un pueblo y de su ansia de un futuro decididamente propio y sin ingerencia alguna. En las jornadas de Ondarroa se ha hecho un seguimiento de tres décadas realmente duras, imborrables recuerdos de gente que revolucionó cada calle, cada barrio del pueblo y consiguió finalmente abrazar a Fran fuera de las puertas de Martutene. Hemos recuperado, no sin sorpresa, antiguas imágenes de gente sencilla y luchadora que se nos ha ido; también de personas a las cuales les arrebataron sus vidas y también de los que aún hoy malviven por un mundo errante y por frías y asesinas celdas. Y la verdad es que ante cada imagen, se nos ha hecho imposible separar la mano del corazón. Resulta emotivo, a la vez que un gran orgullo, sentarse a la sombra de un puño en alto que mira hacia la estrella del futuro junto a personas que, aunque con canas y achaques, siguen dándolo todo.

Hemos sentido la necesidad y el deber de retrotraer al día de hoy esa pequeña parte de la memoria histórica de Euskal Herria que es a su vez gran parte de la memoria del pueblo de Ondarroa. Una actitud y unas voces firmes que exigían una amnistía y que fueron respondidas mediante tiros para, finalmente, inventarse una Ley española atada y bien atada por unos uniformes -con sables unos y con corbatas otros-, que 30 años después sigue siendo como una burla a nuestras ansias y demandas. Es la memoria que nos conduce a la imposición política de dos estados que aún hoy pervive y padecemos; es el recuerdo de un amasijo de actitudes dignas de encomio de unos y, por desgracia, de continuas traiciones de otros, que década tras década nos traen a un presente que sigue siendo preocupante y doloroso.

Desde aquella primavera de 1977, que es cuando nacen las Gestoras Pro-Amnistía, hasta este 9 de diciembre han transcurrido tres décadas. Largos y duros años de represión. Cada segundo nos topamos con unos estados que pretenden ocultar su vulnerabilidad señalando con el dedo a todo aquél que trabaja de mil maneras en defensa de los derechos de Euskal Herria, para a continuación marcar toda una macabra ruta que va desde una sentencia política predeterminada hasta el secuestro continuado en una solitaria y alejada celda situada a cientos de kilómetros del considerado «entorno vasco». Una imposición que pretende encarcelar y apagar a la juventud; frenar y disolver todo lo euskaldun que pretende construir país; enterrar todo acto de disidencia política; crear nuevas normas, leyes, medidas de excepción, criminales políticas... que buscan a toda costa dar fin a una militancia política de todo un colectivo de hijas e hijos de este pueblo. Es la aplicación de la imposición política de las cloacas trajeadas, son los lujosos despachos de unos estados vulnerables que responden con rabia y con una violencia que produce un gran sufrimiento.

No. No son tiempos fáciles, nunca lo han sido. No sorprende, aunque ello no debería de conducirnos a la inercia. Esa cada vez mayor vulnerabilidad de Francia y España para con Euskal Herria, siente la necesidad de alargar aún más su brazo ejecutor. Y si no se le planta cara, si esta crueldad es tomada con naturalidad, si no se dan respuestas conjuntas y contundentes en demanda de libertades democráticas y del derecho de este pueblo a decidir su porvenir, podrá resultar que sean las seis de la mañana, que lo que está tras la puerta de la casa no sea el lechero y ya sea demasiado tarde para hablar de ese futuro deseado por todas y todos.

30 años después, recordando el año 1977, llegamos a la conclusión de que hemos de seguir aunando compromisos, enarbolando la amnistía y todo su componente político: barrio a barrio, pueblo a pueblo, respondiendo a la realidad que vive el represaliado, a la represión en sí y a sus consecuencias. Borrokari lotuz, muchos pequeños compromisos nos llevarán decididamente a la paz en libertad.

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