Me empujó Nora. Estábamos charlando en una comida sobre la idea de hacer un documental sobre democracia participativa. Entonces, dijo que había que hacer algo con las madres, registrar su pensamiento para el futuro y así nació este trabajo. A la hora de hacer un documental de este tipo, corres el riesgo de generar más miedo y, por tanto, más inmovilidad. El gran problema fue cómo contar la historia del país sin que el mensaje fuera «no hagas esto o aquello porque te pueden desaparecer». Nora nos dio la clave de forma espontánea: «Acá, se trata de la militancia de nuestros hijos». Por eso, la película arranca con el nacimiento de aquella generación en 1955.

El testimonio de las madres aparece entremezclado con imágenes de la época. ¿Cómo fue el rodaje?

Fue positivo por el hecho de poder conocer a las madres más íntimamente. Los rodajes duraron entre cuatro y cinco horas y a través de ellas, aparecía cada compañero. En Argentina hay una falta, un gran hueco dejado por una generación que es la nuestra. Las madres tienen un recuerdo en presente de sus hijos. En el caso de Nora, Gustavo aparece constantemente a través de ella.

En el aspecto técnico, fuimos al Instituto Nacional de Cine que decidió apoyar este proyecto, buscamos material fotográfico y audiovisual en los canales de televisión y compramos material de buena calidad a Holanda. Creo que el conjunto del material transmite lo que se vivía en esos momentos en la Plaza de Mayo, la tensión en plena dictadura y a estas mujeres dando la pelea. A. L.