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Raimundo Fitero

Tópicos

Acabó con mucha pena y casi nada de gloria «El rey de la comedia», un programa que ha ido languideciendo en la noche de los sábados en la primera estatal. Ha sido una de esas apuestas fallidas que ha ido perdiendo fuelle, es decir audiencia, conforme avanzaba en su desarrollo, y si bien hace unos meses, cuando los equipos de selección de cuenta chistes recorrieron la península, lograron crear unas expectativas han resultado ser falsas de toda falsedad.

No se trata de sacar muchas conclusiones porque no ha proporcionado material ni para poder hacer declaraciones universales, pero lo cierto es que los responsables del programa fallaron en la selección de los concursantes, en la fórmula de concurso, y hasta han conseguido que dos presentadores tan fiables y contrastados como Esther Arroyo y Edu Soto «El Neng» se hayan ido metamorfoseando y hayan terminado convertidos en unos mediocres cuerpos simpáticos que leían unas tarjetas con textos realmente muy malos. En este sentido, el desastre ha sido total. Al igual que en el supuesto objetivo de descubrir nuevos cómicos para los platós o para la escena. En este apartado no puede haber sido mayor el desacierto.

El ganador, el supuesto rey, ha sido un simpático gallego cuyo nombre artístico es Robert Bodegas. Lleva ocho años estudiando arquitectura de interior, una carrera que se hace normalmente en tres, y su único valor artístico es su acento gallego. El resto de sus guiones eran bastante obvios, cargados de tópicos, deslizándose por lugares comunes, como si hubiéramos vuelto a los tiempos de Esteso y Pajares, por poner una referencia. Pero si tópicos eran sus chistes, su presencia escénica era horrible. Pero claro, se montaba sobre otros dos tópicos, un malagueño gritón y un gaditano absolutamente revoltoso. Es decir que en el programa final un jurado al que se le veía aburrido, aturdido y descolocado ante el bajo nivel tuvo que elegir entre chistes de gallegos o de andaluces. Dicho sea de paso, a mi entender, no eligieron al menos malo. No parece que tenga mucho recorrido ni el ganador ni el programa. Es decir no llega ni a conde.

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