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La última pieza del rompecabezas balcánico

La UE forja un acuerdo sobre la independencia de Kosovo

Agotados todos los plazos, y ante la determinación kosovar por su independencia, la UE trata de forjar una posición común para saludar la inserción de Kosovo en el club de las naciones con Estado. Con la excepción de la traumatizada Chipre, las posturas más recalcitrantes en el seno de la Unión, entre ellas la del Estado español, se matizan cada día que pasa. Por contra, Serbia, con el inestimable sostén ruso, se mantiene enrocada en su posición unionista.

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GARA | BRUSELAS

Con la excepción de Chipre, los países miembros de la Unión Europea lograron acercar posturas ayer en torno a la inevitable independencia de Kosovo.

La reunión de los ministros de Exteriores de los Veintisiete en Bruselas coincidió con el final ayer del nuevo plazo de tres meses para intentar una mediación entre Serbia y Kosovo sobre el estatus de este territorio.

El intento de mediación, a cargo de la Troika (EEUU, UE y Rusia) culminaba ayer con un fracaso totalmente anunciado.

Kosovo, que ya advirtió de que si Serbia seguía enrocada en su posición, consideraría el 10 de diciembre como el límite a partir del cuál podría declarar su independencia, anunció el inicio de consultas con los países occidentales con vistas a hacer realidad su objetivo.

El portavoz del equipo negociador kosovar, Skender Hyseni, se negó a concretar una fecha para la declaración de independencia, pero anunció, en todo caso, que «lo único seguro es que Kosovo no va a esperar mucho tiempo porque ya ha esperado ocho largos años para clarificar su estatus».

Independiente de facto respecto a Serbia, Kosovo vive bajo administración de la ONU y sometida a control militar por parte de la OTAN (KFOR) desde el final de los bombardeos aliados contra Serbia en 1999.

Pese a la creciente impaciencia de la población albanesa (90%) de Kosovo, sus líderes se han comprometido oficialmente a contar con EEUU y la UE a la hora de fijar el calendario para su independencia.

Ahora que el apoyo de Washington se da por descontado, la pelota está en el tejado de la UE, lo que explica que todas las miradas se dirigieran ayer a la reunión de Bruselas.

La desunión en torno al dossier kosovar confirmaría, de un lado, la debilidad estructural de la Unión en materia de política internacional. Por otro lado, sería tanto más grave por cuanto que la propia UE debería tomar el relevo de la misión de la ONU y supervisar los primeros pasos de un Kosovo independiente.

El de la independencia supervisada es el plan propuesto por el mediador de la ONU Martti Athisaari y el único que sigue en pie tras el fracaso de esta última ronda mediadora.

El diplomático sueco Carl Bildt anunció la posibilidad de una «unidad virtual con un solo país que sigue firme insistiendo en que no es posible ir más allá sin resolución del Consejo de Seguridad de la ONU».

Bildt se refería a la República de Chipre, dividida desde 1974 tras la ocupación por Turquía del norte de la isla y que asegura que la independencia de Kosovo podría ser utilizada como un precedente por la República turca de Chipre del Norte, no reconocida por la ONU.

Al margen de Nicosia, todo apunta a un acuerdo básico en torno a Kosovo. Ayer se daba por descontado que el núcleo duro ha logrado el compromiso sobre una «abstención constructiva» por parte de los estados más recalcitrantes para desplegar su misión en Kosovo.

Más allá, y habida cuenta de que no corresponde a la UE, sino a cada uno de sus miembros, reconocer a un nuevo Estado, los países miembros continuarán debatiendo en una nueva reunión el viernes un acuerdo sobre el reconocimiento, en un futuro, de un territorio, el kosovar, con vocación de integrarse en el seno de la UE.

El sueco Bildt, mediador activo en los Balcanes en plena desintegración de Yugoslavia, instó a «no repetir los errores de los años 90, cuando la UE estaba dividida y no se dio cuenta de algunos de los detalles críticos» de la situación, en referencia a la desunión con la que la Unión afrontó aquella crisis y su posterior deriva bélica.

Todo por la unidad

El Gobierno español, uno de los más reticentes sobre la cuestión kosovar, dio muestra ayer de que no hará casus belli y reiteró la necesidad de unidad de la UE y su apoyo a la futura misión comunitaria en Kosovo.

Simultáneamente, Eslovaquia, que comparte origen étnico (eslavo) con Serbia, dio prioridad a la unidad de la UE y a la estabilidad en los Balcanes.

Por contra, Chipre -donde la religión mayoritaria, como en Serbia, es la ortodoxa-, insistió en que no reconocerá un Kosovo independiente «aunque el resto de la UE se ponga de acuerdo y presione para que cambiemos nuestra política».

De visita en Nicosia, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, insistió en el veto oficial de Moscú y advirtió de que el reconocimiento de la independencia de Kosovo «provocaría una reacción en cadena en los Balcanes y más allá».

Apuntalado por el apoyo del Kremlin, el Gobierno serbio insistió en que la cuestión «concierne al Consejo de Seguridad de la ONU, de ninguna manera a la UE». El viceprimer ministro serbio Bozidar Djelic fue más allá y se atrevió a asegurar que «no aceptaremos intercambiar Kosovo por Europa». Se refería a la posibilidad de que Bruselas aceleraría el proceso de integración de Serbia a la UE en un intento de evitar que la independencia de Kosovo desate una ola de resentimiento panserbio.

Georgia teme que Moscú se valga del pretexto en su confrontación bilateral

La ex república soviética de Georgia espera con inquietud la inevitable declaración de independencia de Kosovo porque teme que sea utilizada como pretexto para los enclaves de Abjasia y Osetia del Sur, que reciben apoyo oficial de Moscú.

«La cuestión de Kosovo genera gran inquietud en la élite política en Georgia», asegura el analista político Guia Nodia, quien no duda de que «si Rusia reconoce a los regímenes separatistas en territorio georgiano (sic) tras la independencia de Kosovo, exacerbará las tensiones hasta el punto de provocar enfrentamientos armados».

El Gobierno de Tbilisi teme que si la UE accede a la independencia de Kosovo, Rusia reaccionará reconociendo oficialmente a Abjasia y a Osetia del Sur, territorios independientes de facto con el apoyo oficial y militar de Moscú. Esta posibilidad supondría un duro golpe para Georgia, aliada estratégica de Occidente en una región estratégicamente situada en el cruce de caminos entre Rusia, Turquía y el territorio iraní y enclavada en el altamente explosivo Cáucaso.

Los georgianos insisten en señalar que la cuestión kosovar sería muy diferente a la de Abjasia y Osetia del Sur. «El contexto de Kosovo es radicalmente diferente a los conflictos en territorio georgiano», aseguraba ayer Dmitri Mandjivadze, viceministro georgiano para la Resolución de Conflictos. Así, insistió en que mientras «Kosovo ha puesto en marcha instituciones democráticas, Abjasia y Osetia del Sur son dirigidas por regímenes criminales sin ninguna legitimidad».

El Gobierno de Tbilisi insiste igualmente en el hecho de que si Kosovo tenía una amplia mayoría de población albanesa antes de reivindicar su independencia, Abjasia estaba poblada mayoritariamente por georgianos antes del conflicto armado de la década de los noventa, estallido que tuvo lugar en el contexto de la disgregación de la URSS y que estuvo marcado por la expulsión de georgianos que habitaban en el territorio.

«Cuando Rusia dice que Kosovo puede convertirse en un precedente para otros conflictos, lo hace con fines políticos», aseguró Mandjivadze.

Guivi Targamazde, jefe de la comisión de Defensa del Parlamento georgiano, fue más allá y advirtió de que un eventual reconocimiento por Rusia de la independencia de Abjasia y Osetia del Sur equivaldría a «una declaración de guerra».

«Nosotros protegeremos nuestro país y su integridad territorial por todos los medios a nuestro alcance», advirtió el diputado.

La televisión pública georgiana multiplica en las últimas semanas los anuncios elogiando la potencia del Ejército y los reportajes sobre sus Fuerzas Armadas, en un clima de preguerra en torno a la cuestión de Abjasia.

Abjasia y Osetia del Sur protagonizaron sendas guerras de independencia en los inicios de la década de los noventa, que provocaron miles de muertos y decenas de miles de refugiados.

Moscú sostiene a ambos enclaves con ayuda económica y otorgando pasaportes rusos a sus habitantes.

Tras la «revolución de las rosas», el nuevo líder georgiano, Mijail Saajachvili, prometió que lograría «la reunificación del país». Irakli METREVELI

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