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Fede de los Ríos

Vivan las gentes con corazón

Se acercan días de alegría desbordante, de regocijo en familia para celebrar el nacimiento del niño Dios (que digo yo, que vaya putada recordarle a José todos los años la misma historia pero, en fin, en esta vida, siempre hay alguien que se tiene que fastidiar. Así que José, qué le vamos a hacer, pelillos a la mar. Todo sea por la felicidad de los otros). Como entremés prenavideño, en esta Nafarroa que tantas vocaciones dio podemos disfrutar del hermoso videoclip realizado por Cáritas diocesanas, que lleva por título «Gente con corazón» y no es otro que la maravillosa canción del grupo Viva la Gente con algunos retoques (www.caritaspamplona.org). Incluso hay una estrofa en vascuence.

Entre sus intérpretes encontramos a lo más granado del espectro político navarro, gobernador civil incluido. Todos, de caderas semovientes, dan saltitos y se alegran de saludarse con el lechero y con el cartero. El policía en esta versión se ha vuelto estudiante. No creo yo que estas buenas gentes marginen a nuestros ángeles custodios. Resulta entrañable ver feliz a todo el mundo: la izquierda seria, responsable, y la derecha (ésa siempre lo fue), con el corazón tan grande que no les cabe en el pecho, juntos por los más desfavorecidos.

Esta iniciativa bien podría extenderse a otras gentes. A los presos se les daría libre los primeros viernes de mes y, junto a carceleros, podrían formar rondallas. Munipas y okupas formarían una coral dirigida por la alcaldesa que hiciera la delicia de propios y extraños. Patrones con obreros bailarían al compás del txistu y tamboril. Policías, jueces y violentos desfilarían al ritmo de «Paquito el chocolatero». Condenadores y condenados al fin de la mano. ¿Y por qué no trasladar la iniciativa al plano internacional? ¡Todos somos gente, qué caramba! Israelíes y palestinos formando trenecillos al son de «La conga de Jalisco», va y viene... Marines estadounidenses e iraquís, con María Jesús y su acordeón, mirándose a los ojos se descubrirían, llorando y riendo como niños. La canción apaciguaría a los maltratadores; sus compañeras, enternecidas, les recibirían con los brazos abiertos. Norte y Sur, gentes de diferentes colores, al unísono.

¡Qué gran poder el de la música! Y el del miocardio. Se me están empañando los ojos.

A veces queridos, lo confieso, no se, ni quién soy yo ni qué hago aquí.

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