«Soy un deudor; estoy muy agradecido a la vida que me ha tocado vivir»
Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) narra en «Las obras infames de Pancho Marambio» el fulminante descenso a los infiernos de un abogado traicionado por un amigo. La publicación de esta libro coincide con el inicio del rodaje de la película sobre su novela «Un mundo para Julius».
«La vida exagerada de Martín Romaña» (1981) fue su primer éxito, al que siguió «El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz» cuatro años más tarde. A partir de la publicación de esos libros ambientados en el París de finales de los sesenta y llenos de humor, este abogado y Doctor en Letras consiguió dedicarse a la literatura, su gran vocación. El escritor peruano, afincado en Europa desde hace muchos años, se encuentra muy ilusionado con el próximo rodaje de la adaptación de su novela «Un mundo para Julius». Vinculado a Euskal Herria no sólo por su apellido procedente de Bera, sino porque pasa muchos veranos en Oñati, presenta estos días su última novela, «Las obras infames de Pancho Marabio» (Planeta), una «tragedia clásica», según sus palabras.
¿Este es un libro sobre el alcoholismo, sobre el destino inevitable o sobre la traición?
Yo creo que los tres ingredientes están ahí, pero el primer factor es el de la traición. Es una historia de una amistad traicionada, de cómo esa traición afecta a un personaje luminoso, a un triunfador. Pancho Marambio es un gran abogado que decide a los cincuenta y poco años dejarlo todo, abandonar Perú y con t0do el dinero marcharse a vivir a Europa, un sueño muy latinoamericano en todas las clases sociales. Se establece en Barcelona y confía las obras de un piso que se compra a un amigo; comete un error porque ese simpático amigo era un gran falsificador. La traición de su amigo le lleva desde la fortaleza y la luz al infierno del alcoholismo.
Me llama la atención la caída al abismo tan fácil y rápida de su personaje. No lucha nada.
Sí, porque ése es el lado trágico de la novela: el destino. Esta novela es una tragedia clásica. Cuando su gran amor va a buscarle para cumplir un destino feliz, él ya tenía un vaso de whisky en la mano, y así se dice en la novela. Creo que si la historia no cae en el melodrama, en lo libresco, es debido al humor y a que es un estudio sobre la incoherencia del ser humano.
¿Está más cerca del esperpento o de la sátira?
Yo creo que está muy cerca del esperpento. Sátira no hay, porque no hay una mirada de burla. Es una historia contada con mucho humor, con mucha ironía, pero desde un punto de vista muy cercano al personaje. El amor, la amistad, la lealtad, la soledad, la fecilicidad, la enfermedad, son temas recurrentes en mi literatura, pero, como dijo un crítico literario, escribo con humor para que duela menos.
Sus libros más celebrados han sido autobiográficos, como los que narran la vida de los estudiantes latinoamericanos en París. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época?
Bellos. Y eso que yo pasé rápidamente de ser un estudiante a ser un profesor. Pero como no creía en las jerarquías y era joven, no iba a las reuniones de los departamentos y salía con mis alumnos por los bares, incluso a veces veraneábamos juntos..., así que me mantenía como alguien marginal. Para mí fueron años felices.
Todos creíamos que Martín Romaña era usted. ¿Es así?
Bueno, eso me lo dicen de todos mis personajes, algo que es imposible. Es el tono que yo empleo, que es bastante cercano. Yo cuento las historias como se las cuento a un amigo. Para mí, el lector es un compañero de viaje.
La depresión que el personaje Martín Romaña sufría en el libro sí es autobiográfica, ¿no?
Sí, aunque por aquel entonces en mi vocabulario no estaba la palabra depresión. Me enfermé y no sabía qué me pasaba. Mi entorno no me entendía, mi mujer se fue. Fue horrible. Era la época de las grandes afirmaciones revolucionarias y, claro, ésta era una enfermedad de burgueses. Tuve la suerte de dar con un gran médico, que venía desde Barcelona a verme y encima me visitaba gratis. Y es que era el médico de Dalí y como éste le pagaba tales fortunas, no necesitaba cobrarme. Me regalaba la medicación y me invitaba a cenar. Gracias a él salí de aquello. Aún mantengo amistad con su hija y su yerno.
En su página web dice que la vida se divide entre deudores y acreedores. ¿Dónde se sitúa usted?
Yo soy un deudor. Le debo mucho a la vida, les debo mucho a mis amigos. Hay gente que se siente siempre acreedora, que reclama y quiere más. Yo no. Yo quise ser escritor, lo soy y vivo de ello, así que estoy tan agradecido a la vida que me ha tocado vivir... Además, he mantenido los amigos a lo largo de los años, tanto los del Perú como los de Europa.
En 1999 anunció que dejaba Europa tras más de treinta años y que volvía a Perú. Sin embargo, al de poco tiempo regresó de su país. ¿Qué le pasó? ¿No se halló?
Estuve apenas tres años allá. Tuve muy mala suerte. Me tocó llegar en plena dictadura criminal de Fujimori y el ver que la gente no lo rechazaba, que no se podía decir lo que uno opinaba, fue muy doloroso para mí. A eso se sumó que a mi mejor amigo, quien me había construido una casita preciosa regalándome el terreno, le raptaron a la hija. Tuvo que pagar una fortuna y al de tres meses recuperó a su hija, pero quedaron destrozados síquicamente. Y luego me raptaron a mí.
¿A usted le raptaron? ¿Quiénes?
Lo mío no fue delincuencia común, sino elementos parapoliciales o paramilitares. Yo era muy crítico con el régimen de Fujimori, incluso le había rechazado una condecoración. Me dieron una paliza para amedrentarme y, fue tan grotesco que mientras me pegaban, por radio oía como desde otro lado decían: `cuidado, no se les vaya la mano, déjenlo vivo, pero lo menos posible' Duró una hora, que se me hizo eterna, y me tiraron a la puerta de la Embajada de los Estados Unidos, ante toda la gente que a las once de la mañana hacía cola para sacarse el visado. Era la impunidad absoluta.
¿Está ilusionado con el próximo rodaje de la adaptación de su novela `Un mundo para Julius'?
Estoy muy ilusionado porque la productora, Carmela Castellano, ha puesto en ello pasión y entusiasmo. La van a protagonizar Pilar Bardem, su hijo Carlos y la actriz peruana-armenia Joaquina Belaunde. Esta última va a hacer el papel de una persona horrorosa, malvada, y yo la veo tan linda... pero así es el cine. Yo creo que se hará una gran película, la más importante que se haya hecho en el Perú, al menos en cuanto a presupuesto, donde hay poco cine. Estuve muy de acuerdo en las localizaciones que eligieron para rodar, y sugerí una más. Es todo en lo que he intervenido hasta ahora.
Le tengo que preguntar por las acusaciones de plagio que recibió el año pasado. ¿Cómo le afectaron? ¿Qué explicación da?
Me afectaron mucho, sobre todo porque le afectaron mucho a mi esposa. Hemos ido a juicio y, tras un peritaje, he ganado yo. Ahora me piden reconciliación, pero no pienso aceptarla. Yo creo que ha sido un complot. El primero de los artículos estaba escrito por un embajador peruano, jubilado en Ginebra, y se publicó en una revista de Lima. Poco después salió publicado en un diario de Lima con mi nombre. ¡Nadie es tan bruto para plagiar así! A partir de ahí se encontraron un montón de artículos más, que no eran míos, pero que alguien los firmaba con mi nombre. No me pasó sólo a mí, también les sucedió a otros escritores, pero mi caso trascendió porque era el más conocido en Europa. Detrás hay una persona con sentimientos de resentimiento y envidia y ganas de perder tiempo y dinero en estas cosas.
¿Qué sabe del origen vasco de su familia?
Lo he investigado y he viajado hasta el caserío, vi el Baztan, esa tierra maravillosa. Es un origen muy antiguo. Echenique es un apellido de Bera de Bidasoa, cosa que me llena de orgullo porque es la tierra de don Pío Baroja. He hecho el peregrinaje hasta Erratzu, que es donde está el caserío desde el que sale en 1680 el primer Echenique en el primer barco de vascos que va a América. Luego ha habido Echeniques en Chile, Bolivia y Perú. Mi bisabuelo, José Rufino Echenique, llegó a ser presidente de Perú. Pero lo que más me ha atado a mí al País Vasco ha sido un cuñado periodista, ya fallecido, casado con mi hermano mayor, que era de Oñate. Allí he pasado veranos enteros desde hace cuarenta años. Es muy hermoso ese pueblo y quiero mucho a esa gente.
Karolina ALMAGIA