El Alavés abandonó ayer Mendizorrotza con la desconcertante sensación de haber compartido puntos y errores con el líder, es decir, con la pena de haber dejado escapar al que pasa por ser el mejor equipo de la categoría y con la confianza de haberle tuteado. Con menos ocasiones que contra el Málaga, el otro líder que salió de Gasteiz sin demostrar ser superior, pero con más control, el equipo albiazul sigue construyendo cimientos para la confianza, que podía ser euforia en caso de no haber desaprovechado buenas oportunidades como la de ayer, la de Elche o la de ante el Xerez.

Para aquellos que, mirando a la clasificación, se niegan a creer que el equipo está creciendo, sin ser brillante arriba ni contundente atrás, el equipo de Uribe fue superior al mejor equipo de la categoría y no sólo eso, sino que supo no perder cuando no pudo ganar, algo fundamental y que ha ido aprendiendo.

En una primera mitad en la que ninguno de los dos equipos consiguió imponer su ritmo, con un Alavés demasiado volcado en su carril izquierdo y un Numancia al que no le importó especular desde el principio, el marcador se movió en sendos fallos de coordinación de cada una de las defensas con sus porteros. Se adelantó muy pronto el equipo gasteiztarra, en una buena jugada trenzada, como no por la banda izquierda, en la que Ángel tuvo todo el sitio del mundo para centrar, Aganzo atrajo a los dos centrales y Gabri aprovechó el fallo de Jacobo en su intento de despeje para marcar su primer gol de cabeza.

La situación parecía ideal, ya que éste gol obligaba al Numancia a cambiar el paso para buscar, como mínimo, el empate. No obstante, la pena fue que tras una buena oportunidad de Casar a la salida de un córner, los de Gonzalo Arkonada tuvieron que hacer muy poco para llevar la igualada al marcador. Y es que, apenas un cuarto de hora después, Bernardo y Casar no se pusieron de acuerdo en quién debía ir a sacar un balón bombeado al área que Del Pino mandó a las mallas con una vaselina por encima del portero.

A partir de entonces, los rojillos trataron de llevar el partido a su parcela, con un juego pausado en busca de sorprender con sus bandas. Los albiazules demostraban tener algo más de chispa, pero sus intentos de triangulaciones languidecían sin crear excesivo peligro ante un Jacobo muy nervioso tras su fallo, pero los de Soria no permitieron que entraran en juego los futbolistas más determinantes, con un recital de tarjetas por parte de Pérez Lima.

Cuatro medias puntas

El Numancia parecía muy cómodo en este guión de partido y parecía que el empate le beneficiaba mucho más por lo demostrado sobre el campo, pero, sin embargo, fue Gonzalo Arkonada el primero en intentar cambiar algo con la retirada de su referencia Rafa Jordá, para pasar a jugar con cuatro medias puntas que intercambiaron constantemente sus posiciones.

Los cambios dieron rapidez al ataque soriano y a falta de un cuarto de hora Julio Álvarez dio un susto doble con sendos intentos de vaselina y de gol olímpico que sacó bien Bernardo.

Con su empuje, el Alavés parecía embotellar por momentos al Numancia en su campo, porque cada vez recuperaba el balón en posiciones más adelantadas, pero le faltaba ese punto de lucidez en el último pase, que nunca llegaba a su destino, por mucho que Aganzo se pegara con todo lo que se moviera en la zaga soriana.

Como el Numancia, que era el que marcaba el ritmo del partido, se vio con posibilidades de hacerse con los tres puntos, el partido se abrió y en la fase final los dos los equipos tuvieron sus buenas opciones de gol.

Jaio tuvo la numantina en un balón franco que mandó por encima de la portería de Bernardo en el minuto 39, mientras que el recién incorporado Mena estuvo demasiado indeciso en dos buenas acciones dentro del área rojilla y los albiazules tampoco lograron desnivelar la balanza en las buenas faltas que tuvieron en el descuento.