Las instituciones de Euskal Herria diseñan y construyen las infraestructuras (sanitarias, energéticas, transporte, docentes, vivienda, aguas, residuos...) con criterios propios del neoliberalismo más implacable. El AHT-TAV es un ejemplo. Con este proyecto se sustraen cuantiosos fondos públicos a necesidades sociales urgentes y se transfieren a empresas privadas. Algunos van a enriquecerse con las obras, sin importarles el disparate ni el impacto negativo irreversible que se producirá sobre el frágil medio natural de Euskal Herria, con grave perjuicio para la calidad de vida de las generaciones futuras.

El AHT-TAV es una provocación. Es tal la falta de argumentos que demuestren su necesidad e inocuidad, que PNV-EA-IU se ven obligados a utilizar una política de hechos consumados, transformando el proyecto en una cuestión de orden público. Lo defienden a golpe de violencia institucional: la fuerza, única fuente de Derecho. Criminalizan y acosan a las plataformas populares por ofrecer alternativas a la «alta velocidad», basadas en optimizar la red actual ampliada con nuevos trazados ferroviarios, en un loable intento de vertebrar la comunicación intercomarcal de Euskal Herria y de proteger su medio ambiente.

Es injusto lanzarse a expropiar, adjudicar y construir el AHT-TAV sin respetar unas mínimas condiciones democráticas. Es falso que hayan existido cauces adecuados para presentar enmiendas al proyecto, como asegura el tripartito. Hace poco dijeron que «el debate sobre el TAV ha concluido». ¿Qué debate? ¿Cómo, cuándo, dónde, entre quiénes se celebró? Han suplantado la democracia participativa por la prepotencia. La fuerza de PNV-EA-IU no reside en la razón, sino en la coacción. AHT-TAV gelditu!