Juan Gorriti Escultor
Una ventana hacia Praileaitz
Hay demasiada gente que no sabe qué es una ventana ni el valor que tiene. Cerramos y abrimos ventanas a diario, en gestos y rituales diarios y cotidianos, y la gran mayoría de las veces ocurre que no se sabe mirar a través de ellas. El simple hecho de abrir una ventana nos coloca ante multitud de opciones. Citaré tres, las más importantes, y en su secuencia lógica: abrir, ver y aprender.
Creo que muchos de los cargos del Gobierno vasco necesitan abrir una ventana, ver y aprender a través de ella. Una ventana orientada, en este caso, hacia Deba y, más concretamente, hacia Praileaitz y que, a la vez, les abra los ojos ante ese desastre mayúsculo que supone enterrar, tapar y destruir 20.000 años de nosotros mismos.
Praileaitz no es una gruta cualquiera. Es un tesoro mucho mayor que cualquier libro que se abra en un aula de universidad, simplemente porque esta cueva era ya nuestro país antes de que cualquier otro elemento le fuera dando forma. Praileaitz era ya nuestro idioma como pueblo antes de que se pronunciaran las primeras palabras en euskara; antes de que se escuchara en nuestros montes el primer irrintzi; porque antes que la lengua está el idioma, el concepto, el simbolismo, la forma de actuar, la forma de vivir y los modos de trabajar. El ser, en definitiva, porque en esa cueva nos encontramos con nosotros mismos y nuestro entorno.
Praileaitz es la ventana a través de la cual podemos comunicarnos con nuestro pasado y nuestra historia. Si hay alguna universidad que debamos preservar, señoras y señores del Gobierno vasco, está en esa cueva de Deba. No la entierren; abran la ventana, vean y aprendan.