Tópico que para los ancianos puede resultar una proeza, una aventura más en esta odisea que es la vida. Tópico que para muchos y muchas, entre los que yo me encuentro, no significa sino la rutina cansina que todos los años nos acecha a la vuelta de la penúltima página del calendario. Este año la sensación de hastío es mayor. Por supuesto, la realidad política contribuye: hemos tenido que transitar entre las tenues expectativas, pero expectativas, de paz de la Navidad pasada al amargo retorno de ver truncadas las posibilidades de diálogo y normalización para este viejo pero contumaz pueblo. Este año la sensación de vacío es mayor, si cabe, aunque siempre quede un resquicio para la esperanza.

Hemos pasado del «todo» a la «nada»: de ver con optimismo cómo se reunían en torno a una mesa representantes cualificados del Gobierno español y ETA (hojas de ruta, principio del fin, etc...). La primera piedra del edificio casi sin empezar se derrumbaba. El cemento que debían aportar los trajeados ingenieros de la paz para apuntalar la construcción no era tal. No querían construir nada; era un fiasco.

Como suele pasar, la culpa del derrumbe fue de los obreros que pasarán esta Navidad en la cárcel, triste metáfora inmobiliaria de la decepción que a un servidor le embarga, obstinada realidad.

¡Esta será una Navidad más!