Han coincidido también en la interpretación jugosa de «Las Piezas para piano sólo» (1940), transportadas, como primera adaptación coreográfica duradera, desde la basta partitura para el gran Ballet de Romeo y Julieta realizada con tino y arte por el compositor eminente ruso Sergei Prokofiev (1891-1953), gran pianista además de compositor.

Ambos, Lugansky y Nosè, iniciaron sus respectivos conciertos apoyándose en los románticos y clásicos: Schumann y su obra «Carnaval de Viena» de gran calado rapsódico, y Beethoven con sus «Sonatas nº 13 y nº 14», expresivamente expuestas por el alma latina del veronés, tanto en el conocidísimo Adagio inicial como en el Presto agitato final.

Lucieron sus dominios del piano con una difícil e inimaginable presteza dactílica matizando con soltura los distintos aires rítmicos, precisamente inoculados a sus piezas pianísticas de Prokofiev, por parte tanto del moscovita, con la pureza de su tecleo, como por el veronés, con alma expresiva nítida.

Culminaron con obras ardientes y vibrantes, el ruso con «Cuatro Estudios nº 12, 5, 11 y 10» del mago pianista polaco Liszt y un bis de Rachmaninov, y el veronés con Ravel y su talentoso «La Valse» tan movido y rico.