Raimundo Fitero
En la línea
No es solamente por la fecha de inicio de sus primeros capítulos, sino por su propia propuesta argumental, el desarrollo de sus tramas, el tratamiento de sus personajes, pero al colocarse frente a la nueva temporada de «Los Serrano», se nota el paso del tiempo. Son cosas obvias, evidentes, de total conjuro de la realidad, pero los niños crecen, los jóvenes son casi adultos y los adultos empiezan a ser maduros con síntomas de prejubilación. Salvadas estas circunstancias netamente irreparables, nos queda confirmar que la voluntad de sus responsables artísticos y de producción es mantenerse en la línea, lo que significa que pretenden, en un principio, no ahuyentar a los fieles seguidores. Unos telespectadores que también han ido creciendo, en edad, conocimientos y cansancios mediáticos, y que es bastante posible que algunos o algunas hayan cambiado hasta de gustos, y, especialmente, los actores o actrices que les despertaban cierto interés, más allá que por ser portadores de un personaje, o han cambiado, o no están ya en la serie, o se han embutido en otras configuraciones morfológicas adoptando otros perfiles protagónicos.
Por lo que para terminar de situarnos en este formateo de las intenciones de las series exitosas de más larga trayectoria nos podemos conformar con una conclusión menor: todos cambiamos, aunque no queramos, pero nada cambia, aunque lo deseemos. Dicho lo cual, ponemos nuestras barbas a remojar. Porque resulta que Antonio Resines es uno de esos tipos que se ha convertido en nuestro vecino constante, que lleva haciendo un papel, es decir, un no personaje, toda la vida, que acumula todos los tics históricos de los cómicos que han poblado las comedias de prototipos populares, también llamadas españoladas, que a la vez alimentan ese espacio perdido en el tiempo televisivo llamado «Cine de Barrio», pero que resulta, precisamente por ello, muy eficaz para acumular audiencias, lo cual nos devuelve al principio del argumentario, y que se podría resumir rotundamente en un escapista: esto no hay quién lo entienda. Pero siempre en la línea. Aunque sea una línea quebrada, zigzagueante.