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2008, necesitado de imaginación

Estas fechas de fin de año son propicias para los deseos de paz y justicia, sentimientos de fraternidad y solidaridad. Sin embargo, no parece que quienes disponen de los medios para que esos deseos puedan ser mínimamente factibles vayan mucho más allá de la manifestación protocolaria. Buena muestra de ello es el año que hoy finaliza, en el que en el plano internacional han continuado e incluso se han recrudecido los conflictos en los que la injerencia se disfraza de ansia democratizadora.

En Europa se le ha pretendido otorgar una importancia que no tiene al acuerdo recientemente rubricado por los dirigentes de una Unión Europea incapaz de sacar adelante una constitución que respondiera a las necesidades de los ciudadanos y a los valores a los que esos mismos dirigentes a menudo apelan, un acuerdo temeroso de ser sometido a la voluntad popular. Entre tanto han surgido nuevos estados y la posibilidad de creación de otros sin que ello haya provocado catástrofe alguna; antes bien, ha tenido la virtud de dar una salida democrática y racional a diferentes conflictos.

Y en Euskal Herria el retorno a viejas demostradamente inservibles ha marcado este año repleto de detenciones, denuncias de tortura y manifestaciones apaleadas, que se despide con la muerte en carretera de una allegada a un preso vasco y que se recordará como el año de la sentencia del proceso 18/98.

Mañana comienza 2008 y se presenta incierto, si bien es de suponer que continuará en la inercia del que hoy se despide. Los macroprocesos en los que decenas de vascos están inmersos no se harán esperar, al igual que, con las elecciones generales españolas en un horizonte próximo, el intento de ilegalización de formaciones políticas que cuentan con un importante respaldo popular. Pero 2008 también estará marcado, sin duda, por el centenario del nacimiento de uno de los más grandes creadores de este país, Jorge Oteiza. Sería de desear que ese centenario contagiara a los agentes políticos la imaginación necesaria para encauzar un diálogo reclamado por la sociedad vasca y cuyo único límite debería ser la voluntad de los ciudadanos de Euskal Herria.

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