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JORGE OTEIZA, PROFETA Y CONSPIRADOR

Oteiza, genio y figura

Dentro de la colección Erroak de GARA se publicó no hace mucho el libro «Jorge Oteiza, profeta y conspirador», con prólogo de Andoni Alonso e Iñaki Arzoz. Este libro se centra en el trabajo de Jorge Oteiza y recoge el suplemento especial que el diario ofreció tras la muerte del artista el 9 de abril de 2003. En las siguientes líneas se repasa el citado prólogo.

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Andoni ALONSO e Iñaki ARZOZ Autores del prólogo del libro

La muerte de Jorge Oteiza, el 9 de abril de 2003, dejó a Euskal Herria sin uno de sus personajes más notables a nivel mundial. Muchos, cuando se refieren a él, lo hacen refiriéndose a un genio, otros lo recuerdan como un viejo cascarrabias, pero lo cierto es que el artista de Orio no sólo se dedicó a la escultura -cabe recordar que Oteiza apenas creó nada en esta disciplina artística tras la Bienal de Sao Paulo en 1958-, también se hizo un hueco en la poesía, el ensayo, la antropología, el estudio del euskara o la arquitectura, entre otros aspectos. En las siguientes líneas hacemos un repaso del prólogo «Elogio y refutación del genio vasco» del libro publicado por GARA, «Jorge Oteiza, profeta y conspirador».

¿Era Oteiza un genio? Esta, entre otras, es una de las preguntas a las que tanto Andoni Alonso como Iñaki Arzoz intentaron dar respuesta en el mencionado prólogo. Una pregunta complicada a la que Miguel Pelay Orozco sí dio respuesta en 1978, en la introducción de «Oteiza. Su vida, su obra, su pensamiento, su palabra», libro del que Alonso y Arzoz tomaron prestada la estructura para su trabajo. Para Pelay Orozco Oteiza era un genio, el único que tuvo la oportunidad de conocer en vida; pero ¿por qué?, por su «sinceridad, la improvisación, la capacidad de repentizar con agudeza y exactitud» y su capacidad para comportarse siempre de manera genial, «en genio». En cuanto a la pregunta, ¿era Oteiza un genio vasco?, Pelay Orozco respondía que sí: «era un genio a escala precisamente vasca, esto es, desguarnecido del aparato y el histrionismo que caracterizan a sus congéneres en otras latitudes».

Para Alonso y Arzoz fue «un genio moderno según parámetros universales, aunque su limitada divulgación internacional haya retrasado su proclamación -o quizá la ignore-; y su influencia, muy limitada regionalmete, lo consagre solo, de momento, como genio vasco». Así, los autores aclaran que «sin duda, Oteiza era un genio a la altura del mundo y un genio vasco, por lo que merece la pena reconocer, uno por uno, su méritos y aportaciones, con objetividad y justicia, precisamente para entender esta época post-genio, pero amasada con sus cenizas».

Como escultor Oteiza se retiró relativamente pronto. Tras el éxito alcanzado en la Bienal de Sao Paulo en 1958 con «Propósito experimental», Oteiza se retiró de esta disciplina, «porque ha concluido su fase experimental» y comenzó su etapa como teórico, poeta y agitador, en general. Aunque sí que es cierto que años más tarde realizó esculturas, éstas estaban basadas en maquetas anteriores y no eran nuevas creaciones. A pesar de todo, el oriotarra sigue siendo «uno de los grandes escultores del siglo XX, el último maestro de la escultura abstracta y del arte geométrico, que culmina la línea iniciada por Cézanne, Picasso o Mondrian, y la vanguardia constructivista rusa, especialmente Malevitch, del cual adoptó su operativa `unidad Malevitch'».

La otra faceta creativa más importante para el artista fue la poesía, ya que se dedicó a ella tras darse cuenta de que «de mis esculturas salían palabras». «Oteiza ha sido un poeta indisciplinado y caprichoso pero que ha leído con provecho a vanguardistas del versículo como Mallarmé y Mayakovsky, ha aprendido de los grandes hispanoamericanos -en la estela de Whitman y Pound- como César Vallejo, Vicente Huidobro o Pablo de Rokha y se asemeja como a un hermano a otro poeta vasco `secreto', Juan Larrea, con el cual guarda también similitudes en su obra ensayística», explicaban los prologuistas.

El «juego vasco de pelota» que no «la pelota vasca» fue la gran contribución de Oteiza a la antropología estética, es decir, «en el redescubrimiento del frontón del `juego vasco de pelota' -y no de la pelota vasca-, el espacio vacío de maduración espiritual del crómlech se convierte en juego antropológico que caracteriza a todo un pueblo. Desde la modalidad pastoril de largo hasta las variantes en trinquete o contra la pared, el juego vasco evoluciona desde la búsqueda del cielo a la trampa arquitectónica de diedros, para cazar en el vacío, a los jugadores y a Dios. En el cubo vacío del frontón, los vascos recuperemos esa esencia estético-espiritual del crómlech, que concluirá justamente en la consciencia estética de las esculturas conclusivas de Oteiza, como en `Homenaje a Velázquez', similares a un frontón».

Las raíces «uts» y «arr» fueron también estudiadas por el escultor. En este sentido Arzoz y Alonso escribieron esto: «La contribución de Oteiza al estudio del euskara se ha querido calibrar desdeñosamente como una teoría de otro tiempo, más propia de los fantasiosos apologistas del euskara como Astarloa, Chaho o Perochegi. Sin embargo, sin negar las carencias y la falta de conclusión de su esfuerzo, la intuitiva interpretación de Oteiza merece mayor fortuna y más riesgo por parte de los especialistas. Quizá las nuevas vías abiertas por investigadores como Theo Vennemann sobre el enigmático origen del euskara puedan determinar en el futuro el verdadero valor y alcance de su aportación».

Jorge Oteiza, sin embargo, es mucho más que todo esto: un visionario de la cibercultura, del cine vasco, de la arquitectura... Todo un pensador, según Arzoz y Alonso.

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