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¡Viva la Mama del Papa!

Ines INTXAUSTI

Crítica de televisión

Me llena de orgullo y satisfacción decirles que la primera semana del año entrante ha sido, simplemente, maravillosa. Sé que podría echárseme en cara que me precipito un poco, pero no creo haber dicho nada extremadamente exagerado. Han pasado siete exactos días desde que botáramos con millones de botellas sobre este nuevo barco que nos llevará al siguiente y al siguiente y desde allí hasta la eternidad.

Yo pude medir mis fuerzas las últimas horas del 007 extinguido comprobando mis mensajes sms, deseándome cosas previsibles y extrañas. Lo que sí les puedo decir -queridísimos lectores- es que ni uno de ellos pertenecía a uno de esos mensajes genéricos que se extienden a toda una agenda del móvil y que, a su vez, provienen de otro celular que te ha reenviado un «pásalo» de otro, y así hasta el cerebro de «Violafone». Y, hoy en día, eso es mucho. Decir «hoy en día» muy denotadamente significa reconocer que estamos en el octavo del año 8. Para hoy, el hijo de Dios -Cristo, vaya (y viceversa)- había solventado la creación en sí misma. Y todo empezó a convertirse en esencia y existencia a pesar de Darwin y sus demiurgos. Y los míos. Este año no he visto un solo segundo de programación nocheviejista por primera vez en mi vida. Así que me remitiré a mis críticos compañeros de oficio para concluir que no me he perdido nada. Mejor dicho, he debido de ganar algo, ya que no voy a tener que vomitar sobre la alfombra de Lebowsky (El Gran, no Mónica) y escribir sobre la nada al octavo día de la creación y repetición del mundo televisivo. Porque ayer volvieron a desenredar la programación del 31 como si alguien quisiera recordarla. Revivirla. Regurgitarla, quizás. Tapé los ojos ante la pantalla esperando portarme mucho mejor en el 008 y no ser testigo de ningún horror de aparente buen gusto y ningún acierto dudoso. Pretendo que ustedes sean felices a partir de hoy. Me refiero a los televidentes que engordaron la audiencia de fin de año. Y me prometan no volver a hacerlo. Hasta dentro de 293 días, claro está.

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