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Josebe EGIA

Intolerancia y miedo: dos caras de la misma moneda

A David le apalearon salvajemente unos cobardes. David es gay. Sus agresores, además de intolerantes y miedosos, no sabemos lo que son. Es muy probable que la violencia de estos «machitos» tenga que ver con el reflejo de su propio miedo a la homosexualidad latente que tienen -tenemos- y de la que no quieren -ni queremos- ser conscientes. En definitiva, han aplicado ese refrán viejo de «dime de que alardeas y te diré de que careces».

Hay un hecho que, aunque demostrado, se suele ocultar y, sin embargo, es importante comprenderlo: todas las personas tenemos la capacidad inherente de reaccionar sexualmente tanto con personas del mismo sexo como con las del sexo opuesto. Otra cuestión es que la educación ha canalizado nuestra respuesta sexual hacia personas del otro sexo. A pesar de ello, cada persona tiene su propio modo instintivo de identificación sexual. Muy pocas tienen sentimientos totalmente homosexuales o heterosexuales durante toda su vida. Un gran porcentaje de heterosexuales ha sentido atracción hacia personas de su mismo sexo. La sexualidad humana no es como dos caras opuestas: la heterosexual y la homosexual, sino que incluye una rica variación de posibilidades. Sin embargo, a través del género, nuestra cultura desde la infancia nos ha inculcado valores que refuerzan la heterosexualidad.

Las investigaciones del doctor Kinsey demostraron que cerca de un 10% de la humanidad es principalmente homosexual. El porcentaje de la población que es gay o lesbiana es considerado sin importar el período histórico o la cultura bajo estudio. La única diferencia es el grado de aceptación hacia la homosexualidad de cada sociedad. También cerca de un 10% de la población humana es zurda. Hace doscientos años esto era considerado como la marca de la brujería, un signo de perversión. La fobia hacia la brujería fue tan fuerte que se llegó a torturar y matar gente por ser zurda. Tales actos pueden sonarnos hoy increíbles. Seguramente en el futuro se recordará con asombro la fobia hacia gays y lesbianas y los riesgos de ejercer como tales en pleno siglo XXI. Las fobias son miedos irracionales que pueden afectar a personas teóricamente sanas. Hay a quienes les aterra entrar en un ascensor, y quienes sudan frío al pensar en subir a un avión. Pues bien, la homofobia y la lesbofobia es un miedo intenso y sin razón a gays y lesbianas. La gente homofóbica, que les odia y teme por igual, se dedica a perpetuar ideas falsas sobre estas personas que pueden ser muy hirientes e incluso crueles, a veces con chistes, otras menospreciándoles, o, en casos extremos, utilizando la violencia.

Por eso me emociona David, y las personas como él. Son valientes. Saben las consecuencias sociales que implica vivir claramente su opción sexual y deciden hacerlo, a riesgo de tropezar con homófobos... a los que hay que encerrar urgentemente.

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