Raimundo Fitero
Narices largas
Así debe ser. No hay manera de centrarse en una serie, un programa, un reportaje o un documental, la mentirosa realidad manipulada se va incorporando a nuestra existencia y nos convierte en carne de hamburguesa histórica. Si no fuese tan nauseabunda la puta realidad, deberíamos tomarla a broma, porque estamos llegando al momento político de las narices largas. Pinochos mediáticos, contrabandistas de la ética periodística, simuladores de la dignidad convertida en una mercancía de «outlet». Los titulares matan tanto como las comisarías.
La podredumbre empieza cuando se llama lesión, o se insinúa autolesión, a un acto de vandálica y sistemática tortura. Por decreto, la tortura en España no existe. Lo que sucede en las comisarías son simples pesadillas producidas por el sentimiento de culpa. Las consignas de los detenidos es decir que les torturan, pero eso es mentira, absoluta y total mentira demostrada siguiendo todos los manuales científicos de los más tétricos servicios de represión. Nunca jamás se ha tocado a un detenido, lo juran los profesionales del dolor, lo certifican los médicos forenses, lo elevan a categoría de infamia los jueces y lo convierten en mierda informativa los medios de comunicación. Situados en este contexto, la impunidad de los torturadores (inexistentes, obviamente, se trata de una metáfora a la inversa) es total. Una buena confesión es un ascenso. ZP lo sabrá premiar. Los demás callarán y aplaudirán con sordina. Asco.
La lotería deja premios en Castellón y resulta que uno de los que tiene esos números es ese ser con atributos mafiosos que preside una institución. Se repite la historia. A Jesús Gil y Gil le tocaba la lotería cada semana, y acertaba más quinielas que cualquier peña. Es un viejo truco, se ofrece bastante más dinero del premiado y se convierte lo negro en blanco. Magia. Otro tipo de corrupción. Y para terminar de manera menos rabiosa empezamos a entender el gran éxito del pulpo. Allá donde se va te lo ofrecen, a un precio muy alto, eso sí. Claro, viene con su dosis de cocaína incorporada. Esto es otra manera de hacer patria. O caja, que a veces es muy parecido. Todos con las narices largas.