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Análisis | perspectivas en pakistán

Pakistán tras la muerte de Bhutto

 Se ha mostrado el «carácter dinástico» del PPP (una especie de «feudalismo electo»), muy unido a un esquema donde predominan los «wadema» (terratenientes feudales) y el sistema social que éstos defienden.

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Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

El autor analiza distintos aspectos que marcarán el futuro político de Pakistán tras la muerte en atentado de la ex primera ministra y líder del PPP Benazir Bhutto, en un país en el que la violencia política ha estado presente casi permanentemente desde su independencia

En algunos lugares tras la tormenta suele venir la calma, pero en el caso de Pakistán todos los indicios apuntan a que el camino que tiene que recorrer el país asiático lo lleva a un profundo abismo. Si el atentado que costó la vida a la dirigente opositora Benazir Bhutto sacudió buena parte de los cimientos virtuales del país, al menos a ojos de buena parte de los medios extranjeros, ahora parece que las cosas vuelven a su cauce, una situación que sigue a pies juntillas el trágico guión que representa Pakistán casi desde su fundación como estado hace varias décadas.

Algunos datos parecen confirmar que el humo y algunas dudas se van disipando. Así, las elecciones se celebrarán el 18 de febrero, una medida que no ha contentado a casi nadie en principio, ya que la oposición quería mantener la fecha inicial, 8 de enero, sin duda para aprovechar la muerte de Bhutto y sacar algún rédito político de tan luctuoso hecho. Por su parte, el partido que apoya al presidente Musharraf apostaba por un retraso de tres meses, sin duda alguna para disipar la ventaja que para la oposición supone la desaparición violenta de Bhutto.

La investigación en torno a la autoría del atentado también está en marcha, y el gobierno paquistaní ha accedido a la presencia de agentes de Scotland Yard en el proceso. A través de la misma se intentará disipar las dudas acerca de quién cometió el atentado, y si para Occidente la presencia de la agencia británica es un seguro «de eficiencia e imparcialidad», muchos recuerdan todavía el papel de la agencia británica en la muerte a tiros del ciudadano brasileño Jean-Charles de Menezes.

La autoría del ataque es otro tema que ha traído de cabeza a muchos medios de comunicación. Despejar las dudas sobre la misma no es tarea fácil, habida cuenta de los numerosos enemigos que tenía Bhutto, desde al Qaeda hasta los talibanes paquistaníes, pasando por los servicios secretos (ISI), algunos militares y buena parte de la clase política del país. Las teorías conspirativas y las conjeturas suelen servir en estas ocasiones para desviar la atención o para ocultar el desconocimiento de la realidad de quienes las defienden.

El futuro del PPP (Partido del Pueblo de Pakistán) también se ha despejado a corto plazo. Si en un principio la desaparición de su líder podía dar paso a batallas entre los dirigentes provinciales y algunas figuras, ninguno de ellos poseía la «estatura política» de Bhutto. De ahí que con el nombramiento de su hijo adolescente, Bilawal, y de su marido, Asif Ali Zardari, el PPP cumple los deseos del testamento político de la propia Benazir.

Y a partir de aquí podemos comenzar a desmontar el mito que se ha formado en torno a la figura de la política fallecida. Si desde Occidente nos la presentan como una garantía de la democracia y de un futuro más prospero para Pakistán, los hechos y las opiniones de sus compatriotas desmontan casi por completo esas loas. Promoviendo a su inexperto hijo como candidato en el complejo escenario paquistaní, o apoyando el tutelaje político de su marido, con juicios abiertos en Pakistán, Suiza o Reino Unido por corrupción, muestra el desprecio que procesaba a la opinión de los militantes de su partido o incluso la de la población paquistaní.

Además, muestra el carácter «dinástico» del PPP (una especie de «feudalismo electo»), muy unido a un esquema donde predominan los «wadema» (terratenientes feudales) y el sistema social que éstos defienden.

Si a su marido se le conoce como «el señor diez por ciento» en clara alusión a las comisiones que cobraba durante sus mandatos como primera ministra, a la propia Benazir se le ha conocido como Bibi o Pinky durante su estancia como estudiante en Oxford. Sus paseos por los lugares más vip de Londres y sus maneras le hicieron ser «una de los nuestros» para EEUU y sus aliados, no en vano además de alternar por los sitios más caros de la capital londinense, hablaba con gran fluidez inglés. «No se puede decir lo mismo de su conocimiento del urdu, que lo hablaba como un extranjero que lo ha aprendido, fluido pero gramaticalmente escaso. Además su sindhi era todavía peor» asegura un analista local. En definitiva, hay quien no duda en presentarla como «una princesa feudal». La reputación de Bhutto no es por tanto la que nos presenta estos días.

La credibilidad de los políticos no atraviesa su mejor momento en Pakistán, y una de las claves para comprender el devenir del país asiático podemos encontrarla en la justicia social para el pueblo de a pie. Un hecho significativo ocurrió días antes del asalto a la Mezquita Roja. Un padre acudió a la policía para denunciar la violación de su hija. El violador era un personaje con buenos contactos entre las fuerzas de orden y éstas no hicieron nada. Posteriormente el hombre se dirigió a uno de los mullahs de la Mezquita solicitando justicia, y poco después la policía tuvo que actuar, presionada por los clérigos. Por tanto, no es extraño que algunos sectores comiencen a apoyar la justicia de los mulahs frente a aquella que representan las élites seculares.

Finalmente nos queda por ver la actitud que tomaran los dirigentes de Washington en este affaire paquistaní. La muerte de Bhutto, que no olvidemos era una de los soportes de la nueva estrategia estadounidense en la región y en la «guerra contra el terror», ha supuesto un importante revés para la misma.

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