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crónica | calendario juliano

Ya es Navidad en los países de confesión cristiana ortodoxa

La Navidad ortodoxa se celebró ayer en Serbia entre los temores de que Kosovo, enclave al que los serbios consideran la cuna de su nación y espiritualidad, proclame su independencia y de que ésta sea reconocida por Estados Unidos y países de la Unión Europea.

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GARA Belgrado

La Navidad en Serbia se celebra según el viejo calendario Juliano, por el que se rige todavía la Iglesia Ortodoxa Serbia -al igual que la Georgiana, la Rusa y la de Jerusalén-, que supone un retraso de trece días en relación con el universal calendario Gregoriano, con el que se pretendió corregir el calendario Juliano para compensar la creciente diferencia entre el año astronómico y el año civil (de calendario). Esa diferencia de trece días entre ambos sitúa para los serbios, entre otros, la Navidad el 7 de enero, la Nochevieja, el 13, y el comienzo del Año Nuevo, el 14.

La festividad comenzó la noche del comingo con congregaciones de los fieles y de los que acuden por curiosidad para ver o «ser vistos» en las principales capitales de la gélida capital serbia que, desde hace casi un mes vive temperaturas bajo cero y con abundante nieve en sus calles. Como todos los años, frente a las iglesias se iluminó el pesebre de ramas secas de roble y paja. El día 7 de enero se celebra en familia. No se va de visita y sólo se recibe por la mañana a parientes o amigos de trato especial. Ese día no se puede insultar, reñir ni pegar.

La Navidad suele despertar ahora una auténtica exhibición de religiosidad en la vida pública. Hay muchos serbios no bautizados que se presentan como ortodoxos por el mero hecho de ser serbios o por ser ésa la fe que profesan sus mayores. También hay cada vez más gente que se bautiza adulta, y se ha popularizado contraer matrimonio por la Iglesia, algo poco común hasta hace una década.

Pero este año, sobre la Navidad serbia planea el temor a que los albaneses, que son una abrumadora mayoría en Kosovo, proclamen en breve la independencia de este enclave, en coordinación con Washington y Bruselas. Serbia dejó claro que no renunciará nunca a Kosovo y amenazó con reconsiderar las relaciones diplomáticas y otros vínculos con los estados que reconozcan su independencia.

Para muchos serbios, Kosovo tiene la fuerza de un mito e insisten una y otra vez en que fue «la cuna de la nación y la espiritualidad cristiana ortodoxa como centro» de un modesto imperio medieval serbio, caído ante los avances de los otomanos en 1389, en la batalla del Campo de los Mirlos.

El ensayista serbio Bojan Jovanovic, especializado en etno-sicología, comentó recientemente en un semanario que «Serbia se ha quedado indefinida en el tiempo entre su rico pasado, el futuro poco claro y el presente de pobreza», como un país «donde el tiempo transcurre a un ritmo diferente y donde «el pueblo está en permanente retraso». Se refirió así también a la actualidad política del país, que aún no ha decidido con firmeza si seguirá por la senda pro europea o se alejará de esa vía, que inició en el año 2000 tras la caída del régimen de Slobodan Milosevic.

Tierra sagrada

La Iglesia Ortodoxa Serbia ha difundido un mensaje, repetido ayer por las emisoras de radio y televisión, en el que subraya que «compartimos con todos la tristeza y la preocupación por los acontecimientos en Kosovo y Metohija, nuestra tierra sagrada, corazón y alma del pueblo serbio».

En estos momentos existe también preocupación por la deteriorada salud del anciano patriarca serbio Pavle, de 93 años, una personalidad respetada por el Gobierno y la oposición y por todos los ciudadanos, indistintamente de su origen étnico, por su ascetismo y dedicación al evangelio.

En Rusia, donde también siguen el calendario Juliano -aunque el Estado utiliza desde 1917 el moderno Gregoriano-, la Navidad ortodoxa fue declarada día festivo tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, como un símbolo del ímpetu religioso que, auspiciado desde el poder, ha devenido en señal de la identidad nacional rusa.

Ayer, su presidente, Vladimir Putin, visitó la patria chica del Ded Moroz (Abuelo Frío), el hermano ruso de Olentzero.

 

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