El equipo acusa la revolución habida en su plantilla
Los rojillos abandonan sus principales señas de identidad
La llegada de hombres más técnicos ha restado garra y corazón al juego navarro
Natxo MATXIN | IRUÑEA
Hace dos temporadas, Osasuna terminaba la primera vuelta con el doble de puntos que la presente. Las razones para tan drástico cambio hay que buscarlas en la profunda revolución que ha sufrido el plantel rojillo a lo largo de este pasado verano.
La escuadra navarra ha tenido que hacer frente nada menos que a diez bajas -casi todas ellas en el apartado ofensivo- en lo que era un bloque consolidado con el paso del tiempo.
Ocho incorporaciones -dos de ellas en calidad de cesiones por un año- unidas a la mayor participación de jugadores ascendidos de la cantera fueron el antídoto para intentar contrarrestar el éxodo de hombres que habían sido referentes en la historia reciente de Osasuna.
Sin embargo, la fórmula no ha dado todos los resultados apetecidos. La contrastada calidad de los fichajes -algunos de ellos internacionales- ha venido aparejada de una mayor frialdad a la hora de encarar compromisos en los que se necesita ponerle mucha más corazón para sacarlos adelante. Da la impresión de que muchos de ellos todavía no han asimilado la idiosincrasia de un conjunto rojillo en el que siempre ha primado la garra.
Grave lesión de Nekounam
Por si las complicaciones no fueran suficientes para el cuadro técnico a la hora de emprender la empresa de remodelar el bloque, un continuo goteo de graves lesiones ha venido a poner más palos en las ruedas de tan ingente tarea.
La más influyente, por negativa, de todas ellas la de Javad Nekounam. La rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla rodilla en un amistoso de pretemporada trastocó los planes diseñados por los responsables técnicos, quienes habían pensado en el iraní como el sustituto ideal para ese jugador de ida y vuelta que tanto se ha echado en falta en la medular, función que ejercía Raúl García, traspasado al Atlético de Madrid.
En menor medida, las dolencias de Hugo Viana e Igotz Garde -con sendas roturas de un dedo del pie y el tobillo-, amén de los sempiternos problemas físicos de Delporte tampoco han ayudado a un Ziganda que se ha visto obligado a echar mano de otras alternativas.
Queda tiempo para la reacción y lógico es pensar que, conforme avance el campeonato, las piezas vayan ensamblando, pero aquélla debe producirse cuanto antes pues no será la primera vez que un equipo baje a Segunda con una teórica mejor plantilla.
Llegaron a Osasuna como la alternativa goleadora de garantías para sustituir a la marcha de la mayoría de los hombres ofensivos durante el pasado verano. Pandiani y Portillo fueron los fichajes estrella que devolvieron la ilusión a una hinchada mosqueada por tanto traspaso.
Aunque no entraba en los planes ligueros de Valverde, el delantero uruguayo llegó con el aval de haber sido el máximo goleador de la Copa de la UEFA, mientras que el de Aranjuez, al que se le ofreció una estabilidad de cuatro años de contrato, había demostrado su capacidad anotadora en equipos de diferentes campeonatos europeos e incluso en el colista del torneo liguero, el Nastic.
Medio año después, las expectativas se han quedado en agua de borrajas. La denominada «doble P» sólo ha sumado tres goles -dos de Pandiani al Levante y otro de Portillo al Espanyol-, un escaso bagaje para la efectividad que se le presuponía.
Afortunadamente, el caboverdiano Dady, avalado por ser el segundo goleador en el campeonato portugués del año pasado, ha salvado la papeleta con sus hasta ahora cinco tantos.
N.M.