Raimundo Fitero
Pitufaré
Los Pitufos van a cumplir los cincuenta años. Y no se les nota. Eternos saltarines, habitantes de un mundo entre mágico y rural, han ido formando parte de un camino común con varias generaciones que los han tenido, con diferente intensidad pero siempre constantes, como compañeros de juegos, como protagonistas de numerosos fragmentos de programación en horarios televisivos, supuestamente protegidos para que los pequeños de la casa no sufran traumas en su formación.
No nacieron para la animación audiovisual, sino como muchos otros héroes o habitantes del imaginario común universal, en el papel, a plumilla virtuosa, pero alcanzaron una difusión impresionante con sus dibujos televisivos, que convirtió a esos gnomos azules en un fenómeno transcultural, se crearon canciones, hasta una película, sus canciones invadieron los regalos navideños durante varios años y después volvieron a sus bosques, es decir a sus libros, aunque siempre vuelven a aparecer, son un recurso muy agradecido para completar programaciones, y vistos con la mirada de estos tiempos, transmiten la idea de una sociedad organizada, de orden jerarquizado, y su posible componente fantástico está bastante más humanizado y es más humanista que la actual tendencia en este tipo de series para toda la familia.
Pitufaré, pitufarás, y con este aniversario anunciado nos escondemos debajo de un gran perretxiko que esperamos sea muy tóxico, que nos provoque una fuerte alienación transitoria de todos los movimientos judiciales, fiscales, políticos en definitiva que nos convierte de nuevo en seres azules, o rojos, o masones, o simplemente sospechosos electorales, es decir material para uso y mal uso de los partidos predominantes en su persecución de rentas en las urnas. Sin escrúpulos, uno es legal o ilegal porque algunos alucinados deciden que guiñar el ojo es motivo suficiente para expulsarte. Esto tiene un nombre muy extendido, pero nosotros hoy simplemente cantamos y silbamos con mucho brío, conscientes de nuestra fuerza de gnomos buenos. Pitufaré, pitufarás. Los Pitufos tenemos a todas las hadas democráticas a nuestro favor. Y el tiempo de la verdad histórica, que no es poco.