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Josebe EGIA

Ni contención ni moderación

Al timorato Zapatero se le están yendo de la mano demasiadas cosas en el final de su legislatura. Se le escurrió la posibilidad de dar salida al conflicto vasco y lo único que se le ocurre es cerrar el puño para golpear con fuerza cualquier atisbo que reivindique nuestro derecho a decidir. Agur al proceso, palo y tentetieso, aunque sabe de sobra que ésa no es la solución, porque está más que experimentada por sus antecesores, pero espera réditos electorales, que son los únicos que importan. Se le ha ido de la mano la jerarquía de la Iglesia católica, a pesar de que le ha mantenido todas sus prebendas, y ahora la economía, el gran éxito de su Gobierno, también le vuelve la espalda en algo tan sensible como el disparo de la inflación.

Las consecuencias de la elevada tasa de inflación la pagará, como siempre, la clase trabajadora. Nuestro poder adquisitivo está bajo mínimos. Por un lado, porque los incrementos salariales negociados en los convenios -cuando se han negociado- han crecido menos que el IPC, y por otro porque la imparable subida de los precios se ha producido en alimentos de primera necesidad: pan, leche, fruta y verduras frescas... Justamente los productos que inciden de modo más directo en los colectivos más desfavorecidos económicamente, para los que el gasto en alimentación supone la parte fundamental de su reducido presupuesto.

Ante esto ¿qué se nos pide? Contención y moderación salarial en la negociación de los convenios. No importa que las empresas lleven quince años con resultados empresariales muy elevados y que precisamente una de las razones que explican el diferencial de inflación esté situada en el crecimiento desmesurado de estos beneficios. Menos importa que, en los últimos seis años, los salarios apenas hayan crecido y que en los segmentos salariales más bajos se haya llegado a producir incluso una disminución real. ELA, con datos exhaustivos, cifró en 4.400 euros por persona asalariada la pérdida sufrida estos últimos años.

Si estos datos los analizamos desde la perspectiva de género, el panorama es aún más desolador. Entre las economías familiares más pobres encontramos mayoritariamente mujeres, a quienes la inflación ataca sin piedad. En el mercado laboral los indicadores de paro, temporalidad, actividad, contratación a tiempo parcial... indican claramente la discriminación que sufren las mujeres. El diferencial salarial entre hombres y mujeres -ellas cobran un 78,1% de los ingresos medios de los hombres - es, quizás, el dato más significativo de la brecha discriminatoria que existe todavía entre unas y otros.

La clave para reducir la desigualdad de género y aumentar el poder adquisitivo de las y los trabajadores es la negociación colectiva. La pelea tiene que ir a la redistribución real de los beneficios empresariales acumulados, justo lo contrario de la contención y moderación salarial en los convenios que reclama la patronal.

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