Emir Sader 2008/1/14
Otra Colombia es posible
LA JORNADA
Recuerdo la preocupación de García Márquez cuando veía lo que sucedía en Argentina en 1977, temiendo que Colombia se fuera a transformar en otra Argentina (...).
Tres décadas después, su nación continúa siendo uno de los epicentros de la «guerra infinita» del gobierno de Bush. Álvaro Uribe es producto de esa política (...). Uribe fue electo bajo la promesa de ejercer con «mano dura», de buscar una solución «a la iraquí» para Colombia (...).
El país, cansado de la violencia, observó a un presidente –connivente con los grupos paramilitares y, por conducto de ellos, con los cárteles del narcotráfico– concentrar los recursos militares, puestos a su disposición por el gobierno estadunidense, en operaciones militares, supuestamente como vía para el triunfo de la democracia. (...) Él ejecuta una política interna ortodoxamente neoliberal, sin darse cuenta del agotamiento de ésta en todos los países del continente. Llevó a la práctica una política represiva que afectó claramente los derechos democráticos (...). Se aisló de los procesos de integración regional (...).
Uribe no quiere continuar el intercambio de retenidos por las FARC por prisioneros de su gobierno. Su apoyo interno depende de la satanización de la insurgencia (...) Este gobernante nació de la violencia y sabe que su sobrevivencia depende de que ésta no termine.
(...) La liberación de rehenes bifurca el destino de Colombia. Un futuro de pacificación, soluciones negociadas, democratización e integración continental, o la perpetuación del clima de violencia y de guerra. Con la primera alternativa está gran parte de los gobiernos de la región, que pueden contar con el acompañamiento mayoritario del pueblo colombiano, identificado con los familiares de los presos. Con la segunda, están Estados Unidos y el gobierno colombiano. Una solución futura de liberación de todos los secuestrados apunta a otra Colombia posible y necesaria, para su pueblo y para todo el continente.