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Jo-Wilfred Tsonga: Más que un tenista, un huracán que arrasa en australia

Aún no ha ganado nada, pero es el nombre y, ante todo, el apellido del Abierto de Australia: Jo-Wilfred Tsonga. Miles de semblanzas hablan maravillas de alguien que, de improviso, ha llegado a la final del primero de los cuatro Grand Slams. El huracán Tsonga arrasa en Melbourne

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Arnaitz GORRITI

Ni afirma ser «el más grande», ni se ha cambiado de nombre, ni flota por la pista como una mariposa ni pica como una avispa. Desde luego, no hay avispa que envíe zambombazos a más de 200 kilómetros por hora. Aunque los perfiles, semblanzas, loas y alabanzas de la prensa mundial, ávida de comparar nombres propios, ya ha encontrado el parecido más que razonable con Mohamed Ali, Jo-Wilfred Tsonga no es sino él mismo, y con eso basta.

El francés es un tenista explosivo, arrollador, todo un huracán capaz de levantar del piso, voltear en el aire y arrojar como a un espantajo al número dos del circuito ATP. Que se lo pregunten a Rafa Nadal. Ya le costará, ya, restañarse todas las heridas de la semifinal del Abierto de Australia.

«Sentí que había una energía que me empujaba. ¡Qué placer! ¡Es fabuloso! Quizás he jugado el partido que todo el mundo sueña», comentó el propio Tsonga, incrédulo, después de vapulear a su adversario por un incontestable 6-2, 6-3 y 6-2.

«Es un sueño. Me ha gustado todo de mi juego: el revés, el saque, la dejada... He dado lo mejor de mí sobre la pista. Ha sido ridículo», añadió el joven francés a la salida del Rod Laver Arena.

Y ya era la semifinal de un Grand Slam, no la primera ronda. No se trata del partido perfecto soñado por alguien, no es una luz cegadora o un disparo de nieve, sino una consecución de juego huracanado que por fin se ha desatado en las pistas de Melbourne y no parece tener fin.

¿Y cómo es que no se ha desatado antes? Entre otras razones, las lesiones. Las rodillas, los hombros, la espalda -una hernia discal estuvo cerca de truncar su carrera-... el equipo completo. Por eso, este galo de 22 años y, hasta hace dos semanas, un perfecto desconocido para los profanos que se agazapaba en su discreto puesto número 38 del ranking ATP, no veía el momento de desatar toda su arrolladora furia tenística. De ese período de lesiones, Tsonga dijo que había esperado recuperarse. «Yo sabía que podía jugar de forma increíble pero mi cuerpo no estaba listo todavía, ahora está preparado y puedo hacerlo».

«Además, ahora no es que haya vuelto con más motivación, pero si con mayor placer, para estar más feliz con lo que hago. Esto es pasión para mi», confiesa.

Pero no sólo se trata de fuerza, talento o pasión. Es esfuerzo y sacrificio. Y mucho trabajo «Nunca me entrené así en el invierno, nunca practiqué de esa forma y este año lo he hecho y ha funcionado».

Para la final espera a Djokovic o a Federer, pero no se come demasiado la cabeza. «Los dos son grandes jugadores, y el que llegue estará bien y tendré la oportunidad de poder enfrentarme a uno de ellos».

Y que se prepare el otro finalista, porque quien dice lo que sigue, Rafa Nadal, sabe de lo que está hablando. «No es cuestión de suerte que esté en la final después de haber vencido a jugadores como Murray o Youznhy. Estuvo imparable. De hecho, no me esperaba este nivel ni de Federer. Es rápido, explosivo, no es real que cada bola que tocaba fuera a mi revés. Algunas de sus voleas de su revés fueron increíbles. Es difícil pararlo. Jugando a este nivel, imposible».

Sharapova e Ivanovic, la final femenina

Mientras Tsonga espera a Djokovic o a Federer en la final masculina, Maria Sharapova y Ana Ivanovic dirimirán el título en Australia entre las féminas.

Sharapova repetirá en la final después de ser superada en la de 2007 por la estadounidense Serena Williams. La rusa se deshizo de la serbia Jelena Jankovic, mermada por problemas de espalda, por un claro 6-3 y 6-1. Más difícil tuvo el pase a la ronda final Ana Ivanovic, ya que cedió el primer set por 0-6 ante la eslovaca Hantuchova. No obstante, la serbia se rehizo y venció las dos siguientes mangas por 6-3 y 6-4.

 

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