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crónica | el misterioso artista bansky

De la calle a la galería de arte y las subastas: los graffiti se revalorizan

De un muro en mitad de la calle a las galerías de arte y las subastas: el misterioso artista británico Banksy fue la estrella ayer de una puja en Londres, dedicada al arte urbano, en la que quedó demostrado que los graffiti se revalorizan.

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Emilia PÉREZ

En una semana en la que las grandes casas de subastas dedican veladas especiales a los artistas consagrados del siglo XIX y XX, desde Claude Monet a Pablo Picasso, otra firma, Bonhams, ha apostado por el trabajo de los «grafiteros».

Y los precios alcanzados por los Banksy prueban que el mismo artista que en su página web despotrica contra las subastas de arte urbano por «antidemocráticas» y por «glorificar la avaricia» se afianza cada vez más como opción para invertir en arte.

No es de extrañar así que su récord personal alcance ya las 320.000 libras (casi 430.000 euros) y que se haya llegado a subastar hasta una pintada que hizo en un muro de la popular Portobello Road.

De carácter subversivo y provocador, con mensajes de fuerte contenido político y mucho humor, los trabajos de Banksy, cuya verdadera identidad es el secreto mejor guardado del arte actual británico, fueron los que más brillaron en la subasta de ayer.

«Laugh Now», un mural en el que unos monos advierten al espectador de que, aunque ahora resulte cómico, algún día acabarán estando al mando, se adjudicó por 228.000 libras (más de 300.000 euros) en una puja abarrotada de público, más propio, por cierto, de un club del Londres más cool que de una subasta de arte. La obra es un ejemplo de la iconografía antisistema que utiliza el artista que se esconde bajo ese seudónimo y cuyos trabajos se venden por decenas de miles de libras en las galerías de arte desde que se difundió que famosos como Angelina Jolie y Christina Aguilera habían comprado algunas.

El «grafitero» utiliza también imágenes muy populares que manipula para darle un sentido contrario al original, como en «Di Faced Tenners» (2004), una serigrafía en la que el rostro de la reina Isabel II ha sido sustituido en los billetes de 10 libras por el de Diana de Gales, que se vendió por 21.000 libras (unos 28.000 euros) «Kate Moss» (2005), un retrato de la modelo inspirado en los que Andy Warhol hizo de Marilyn Monroe, se adjudicó por 96.000 libras (128.000 euros), hasta cuatro veces el precio que estimaba la casa de subastas.

También brillaron en la puja las obras de otros artistas urbanos, como Nick Walker, cuya irreverente Monalisa que muestra el trasero al público se adjudicó por 54.000 libras (unos 72.000 euros), hasta diez veces más que las previsiones más optimistas de la casa de subastas, y Adam Neate, cuyo «The Apprentice» se vendió por 43.200 libras (unos 57.000 euros).

Bonhams también adjudicó por 3.120 libras (unos 4.100 euros) una de las quinientas copias del disco de Paris Hilton que Banksy personalizó para incluir títulos de canciones como «¿Por qué soy famosa?», «¿Qué he hecho yo?» o «¿Para qué sirvo?».

El artista se las apañó para colocar sus falsificaciones, que incluían una fotografía de Hilton con cabeza de perro, en 42 tiendas de discos del Reino Unido, dejando el código de barras original para que la gente pudiera comprarlas sin darse cuenta del engaño.

No es la única acción de Banksy, de quien sólo se sabe que nació en 1975 cerca de Bristol (Oeste de Inglaterra), ciudad donde comenzó su actividad de grafitero a finales de los ochenta, como parte de un grupo conocido como «DryBreadZ Crew».

Así, ha colocado obras falsas en los más prestigiosos museos del mundo, desde el Louvre hasta el MOMA, pasando por el British Museum, que tardó varios días en darse cuenta de que una piedra, en la que aparecía pintando un cazador prehistórico empujando un carrito de supermercado, no pertenecía a su colección, sino que era una broma de Banksy.

Y, en ese arte de guerrilla, el grafitero ha llevado sus pintadas hasta el muro ilegal que construye Israel en Cisjordania.

Mientras Banksy marca distancias con las subastas de arte y las prestigiosas galerías que exponen y venden su obra, los especialistas se preguntan cómo es posible que el mismo sistema atacado por el artista le acoja ahora con tanto entusiasmo.

 

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