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Raimundo Fitero

Exagerados

Desde las seis de la mañana, y durante todo el día de ayer, radios, televisiones y otros medios de información, han estado machacando con la puesta en marcha del servicio del tren de alta velocidad inaugurado entre Barcelona y Madrid. Parece una ridiculez supina, una coincidencia que nos viene a remarcar la ausencia de criterios, el seguimiento fiel a todas las consignas, la uniformidad de la jerarquía. En vivo y en directo, en diferido, con comentarios, todos y todas, al unísono, han tenido una idea que cuando la decidieron les pareció genial. Mandar a un redactor en tren y a otro en avión. En ida y vuelta, y comparar los tiempos. Lo malo es que todos han hecho el mismo trayecto y a todos les ha dado un resultado diferente. ¿Cómo es eso?

Es indudable que la llegada a Barcelona del AVE es una noticia. Yo diría que hasta es una buena noticia. Y es una noticia política. Y es una noticia electoral. Y viene contaminada por muchos disgustos, por muchos retrasos, por muchas incógnitas sin resolver y de algunas ecuaciones ya comprobadas con resultados más que dudosos que se intentan ocultar para que cuadren los números. Pero que se convierta casi en el monotema es algo que uno no acaba de entender, y especialmente con la misma intención, medición y puesta en escena. Y con toda la exageración y énfasis que requiera la ocasión para que no pueda existir ni una brizna de duda o crítica.

Porque en el fondo lo que subyace es plantear una guerra de medios de transporte. Tren de Alta Velocidad contra avión. Pero siempre dando por supuesto que el tren es el futuro perfecto, lo ideal, la solución a todo. Claro, a esta idea se apuntan rápidamente los dueños del cemento y del acero, las constructoras, los destroza paisajes para incrementar patrimonio propio. Y como parece que existen palabras mágicas, dices AVE, y desaparecen montañas, orografías imposibles y desniveles. Tenemos tuneladoras, maquinaria y decisión política para gastar dineros públicos. Del resto se encargarán los medios de comunicación dóciles o con algún interés accionarial o político para hacernos la propaganda de la manera más exagerada posible. O así me lo parece.

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