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Martin Garitano Periodista

Fidel, en nuestra compañía

Dicen que Fidel se va; que deja la primera trinchera del proceso revolucionario cubano iniciado, junto a un puñado de valientes, aquel lejano 1 de enero de 1959. Dicen, incluso, que su fallecimiento es inminente y no falta quien asegura –y por ello se congratula– que Fidel –«El Caballo»– ya ha muerto. Todos ellos se preparan para saltar con afán depredador y carroñero sobre lo que imaginan como un régimen desecho por su incompetencia, corrupción y repudio popular. ¡Pobres!

A Fidel Castro lo juzgarán la Historia y el pueblo cubano, dos jueces implacables que, a buen seguro, le absolverán de sus muchas faltas –inherentes a todo proceso humano, y la revolución cubana es, sobre todo, una obra humana– y sabrán reconocer el paso de gigante que Fidel y sus barbudos ayudaron a dar a un pueblo, el suyo, sojuzgado por tiranos de opereta, vendido a los dólares de la mafia de Chicago y esclavo del gigante del norte.

Se contarán por miles los fallos y errores de la Revolución. Porque no es, sin duda, un expediente inmaculado el que hoy pueden exhibir con orgullo Fidel Castro y los centenares de miles de revolucionarios cubanos. Pero si alguien tiene la tentación de asomarse a ese expediente con la mirada limpia, verá, sin duda, un haber abultado frente a un debe que con tanto interés magnifican los verdaderos enemigos de la libertad, la igualdad, la justicia, el progreso social y, en definitiva, la humanidad misma.

Dicen ahora que Fidel se va. Yo no lo creo. Aunque Castro muera. Tampoco se fue Che, ni Allende, ni... Anidan todos en el espíritu de lucha de millones de personas que, en todo el mundo, seguimos creyendo en los mejores valores humanos. Con Fidel. Y con muchos de las y los que lean lo anterior. Como preguntó a Cienfuegos: ¿Voy bien, Camilo?

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