Maite SOROA | msoroa@gara.net
Los temores kosovares
Vamos a tener Kosovo hasta en la sopa. Y luego dirán que somos nosotras (y nosotros, claro) los que nos obsesionamos con lo que sucede por esos lares.
Ayer Cesar Alonso de los Ríos abordaba el asunto en “Abc” con el pie apretando a base de bien el acelerador: «Podríamos llamarlos hispano-kosovares. Son los miembros de Gal-euz-ca. Independentistas gallegos, euskaldunes, catalanes. En realidad, ellos han venido reclamando una solución parecida a la que terminó con toda Yugoslavia. Desde Eslovenia hasta hoy. Kosovo es su último argumento. Sin sangre, por cierto. Limpio. Con la anuencia de Europa. Como ‘lo’ que ellos vienen reclamando». ¿Y dónde está lo malo? ¿Qué es, pues, la democracia que tanto cacarean?
Y entra de lleno en el jardín el amigo de los Ríos: «Ellos, que tienen la fuerza moral y política de estar gobernando ya en estos momentos con los socialistas en Cataluña y en Galicia, y que lo han hecho ya en el País Vasco durante trece años. También algunos de ellos han hecho pactos como del Tinell. Para impedir que españolistas como María San Gil y Dolores Nadal, fachas ellas, puedan utilizar la Universidad». Pero eso no es lo que en realidad le molesta al columnista. Lo mejor viene ahora: «A partir del 9 de marzo, ellos, los independentistas, serán necesarios para gobernar gracias a esa Ley Electoral maravillosa que nos dimos en la Transición, y por la que media docenas de partidos, que no llegan al diez por ciento, determinan la relación de fuerzas parlamentarias. Pero no hay que asustarse. No pasa nada. Nunca pasa nada. Son invenciones de catastrofistas. ‘Esto’ no se rompe. ‘Esto’ no está roto. ¿Quién pudo decir tal disparate? Pura propaganda en este momento especial de las elecciones. En realidad, ni a Carod Rovira, ni a Ibarretxe, ni a Más, ni a Otegi, ni a Quintana les interesa poner fronteras. Viven mejor así. Nos sacan mejor el dinero así. Nos amenazan con el separatismo simplemente para acojonarnos, pero a ellos, como a todos, lo que les importan son los problemas cotidianos, los verdaderos, los de la cesta de la compra... Si acaso, la lengua. La cuestión de la Nación es un pretexto». Aquí, como dijo aquél, nunca pasa nada... pero un día pasará. Y de los Ríos, se echará a temblar.